Romeo y Julieta (William Shakespeare) Libros Clásicos

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ROMEO
Esto lo decidirá.

Luchan. Cae TEBALDO.

BENVOLIO
¡Romeo, huye, corre! La gente
está alertada y Tebaldo ha muerto.
¡No te quedes pasmado! Si te apresan, el Príncipe
te condenará a muerte. ¡Vete, huye!
ROMEO
¡Ah, soy juguete del destino!
BENVOLIO
¡Muévete!

Sale ROMEO. Entran CIUDADANOS.

CIUDADANO
¿Por dónde ha huido el que mató a Mercucio?
Tebaldo, ese criminal, ¿por dónde ha huido?
BENVOLIO
Ahí yace Tebaldo.
CIUDADANO
Vamos, arriba, ven conmigo.
En nombre del Príncipe, obedece.

Entran el PRÍNCIPE, MONTESCO, CAPULETO, sus esposas y todos.

PRÍNCIPE
¿Dónde están los viles causantes de la riña?
BENVOLIO
Ah, noble Príncipe, yo puedo explicaros
lo que provocó el triste altercado.
Al hombre que ahí yace Romeo dio muerte;
él mató a Mercucio, a vuestro pariente.
SEÑORA CAPULETO
¡Tebaldo, sobrino! ¡Hijo de mi hermano!
¡Príncipe, marido! Se ha derramado
sangre de mi gente. Príncipe, sois recto:
esta sangre exige sangre de un Montesco.
¡Ah, Tebaldo, sobrino!
PRÍNCIPE
Benvolio, ¿quién provocó este acto sangriento?
BENVOLIO
Tebaldo, aquí muerto a manos de Romeo.
Siempre con respeto, Romeo le hizo ver
lo infundado de la lucha y le recordó
vuestro disgusto; todo ello, expresado
cortésmente, con calma y doblando la rodilla,
no logró aplacar la ira indomable
de Tebaldo, quien, sordo a la amistad,
con su acero arremetió contra el pecho de Mercucio,
que, igual de furioso, respondió desenvainando
y, con marcial desdén, apartaba la fría muerte
con la izquierda, y con la otra devolvía
la estocada a Tebaldo, cuyo arte
la paraba. Romeo les gritó
«¡Alto, amigos, separaos!» , y su ágil brazo,
más presto que su lengua, abatió sus armas
y entre ambos se interpuso. Por debajo
de su brazo, un golpe ruin de Tebaldo acabó
con la vida de Mercucio. Huyó Tebaldo,
mas pronto volvió por Romeo, que entonces
pensó en tomar venganza. Ambos se enzarzaron

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