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Figura.
- III -
...Aquí medro y engordo. Tranquilamente yanto, sin jamás acordarme de mi viejo quebranto tan magro y tonto. Nunca, ni aun en
broma,
peco suspirando retornos al antiguo embeleco. No hay una sola parte donde mire y no
encuentre,
como emblema del siglo, una bolsa y un vientre... Y así va todo ësto: de la misma manera que en los menguados tiempos de la
pasada era.
Los potentados, viven de prematuros cielos, y los que nada tienen que se lo papen
duelos...
De las lanzas famosas de las justas de antes hoy, harían bastones los duchos
comerciantes,
y, sacando provecho, del yelmo de Mambrino venderían quincallas para guardar tocino. Si se habla a Dulcinea de amorosas
pasiones no es mucho que se mezclen venteriles
razones:
Los valientes envíos, vizcaínos y gigantes,
ahora se traducen en perlas y brillantes.
Basilio está de malas: aunque audaz el muchacho,
sus industrias no valen las ollas de Camacho.
Hasta Aldonza Lorenzo, la hija de Corchuelo,
reniega de los callos que heredó de su abuelo.
-Si bien ya es una dama, no sé porque barrunto
que el olor de los ajos anda muy en su punto.-
Para los que libertan recuas encadenadas,
ahora como entonces hay asaz de pedradas.
Ginesillo, ha dejado de ser titiritero:
por sospechosas artes ha ascendido a banquero.
El barbero y el cura, pregonando sus ciencias,
en buenas migas, raspan y escrutan las conciencias.
El bachiller Carrasco, sin reposar momento
pontifica en la cátedra de su doctoramiento,