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Llevan la lengua fuera, esta noche tienen hambre.
Cuando ya han pasado, llega el último personaje de todos, un gigantesco cocodrilo. No tardaremos en descubrir a quién está buscando.
El cocodrilo pasa, pero pronto vuelven a aparecer los chicos, ya que el desfile debe continuar indefinidamente hasta que uno de los grupos se pare o cambie el paso. Entonces todos se echarán rápidamente unos encima de otros.
Todos vigilan atentamente el frente, pero ninguno sospecha que el peligro pueda acercarse sigilosamente por detrás. Esto demuestra lo real que era la isla.
Los primeros en romper el círculo móvil fueron los chicos. Se tiraron sobre el césped, junto a su casa subterránea. -Ojalá volviera Peter -decía cada uno de ellos con nerviosismo, aunque en altura y aún más en anchura eran todos más grandes que su capitán.
-Yo soy el único que no tiene miedo de los piratas -dijo Presuntuoso en ese tono que le impedía ser apreciado por todos, pero quizás un ruido lejano lo inquietara, pues añadió a toda prisa-, pero ojalá volviera y nos dijera si ha averiguado algo más sobre Cenicienta.
Se pusieron a hablar de Cenicienta y Lelo estaba seguro de que su madre debía de haber sido muy parecida a ella.
Sólo en ausencia de Peter podían hablar de madres, ya que había prohibido el tema diciendo que era una tontería.
-Lo único que recuerdo de mi madre -les dijo Avispado-, es que le decía a papá con frecuencia: «Oh, ojalá tuviera mi propio talonario de cheques.» No sé qué es un talonario de cheques, pero me encantaría darle uno a mi madre.
Mientras hablaban oyeron un ruido lejano. Vosotros o yo, al no ser criaturas salvajes del bosque, no habríamos oído nada, pero ellos sí lo oyeron y era la espeluznante canción: