Peter Pan (J.M. Barrie) Libros Clásicos

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» «(A) Escribir una redacción de no menos de 40 palabras sobre cómo pasé mis últimas vacaciones, o comparación del carácter de papá y mamá. Hacer sólo una de las dos.» O «(1) Describir la risa de mamá; (2) Describir la risa de papá; (3) Describir el vestido de fiesta de mamá; (4) Describir la perrera y a su ocupante.»
Eran simplemente preguntas corrientes como éstas y cuando uno no sabía contestarlas había que hacer una cruz y realmente era horrible la cantidad de cruces que hacía incluso John. Por supuesto, el único chico que contestaba todas las preguntas era Presuntuoso y nadie tenía mayores esperanzas de sacar la mejor nota, pero sus respuestas eran absolutamente ridículas y en realidad sacaba la peor: algo muy triste.
Peter no concursaba. Por un lado despreciaba a todas las madres excepto a Wendy y por otro era el único chico de la isla que no sabía ni leer ni escribir, ni la más mínima palabra. Él estaba por encima de ese tipo de cosas.
Por cierto, las preguntas estaban todas escritas en pasado. De qué color eran los ojos de mamá, etcétera. Es que a Wendy también se le había ido olvidando.
Las aventuras, claro está, como veremos, ocurrían todos los días, pero hacia esta época Peter se inventó, con ayuda de Wendy, un juego nuevo que lo tenía fascinadísimo, hasta que de pronto dejó de interesarse por él, cosa que, como ya se os ha dicho, era lo que siempre ocurría con sus juegos. Se trataba de fingir que no corrían aventuras, de hacer lo que John y Michael habían estado haciendo toda su vida: quedarse sentados en taburetes lanzando pelotas al aire, empujarse, salir a dar paseos y volver sin haber matado ni un oso gris.

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