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Inmediatamente ésta se deslizó como una anguila entre las piernas de Starkey y se zambulló en el agua.
Naturalmente Wendy estaba encantada por la inteligencia de Peter, pero sabía que también él estaría encantado y que era muy probable que se pusiera a graznar y se traicionara de ese modo, por lo que al instante alargó la mano para taparle la boca. Pero no llegó a hacerlo, porque por toda la laguna resonó «¡Ah del bote!» con la voz de Garfio y esta vez no era Peter quien había hablado.
Puede que Peter hubiera estado a punto de graznar, pero en cambio su cara se transformó como para dar un silbido de sorpresa.
-¡Ah del bote! -volvió a oírse.
Entonces Wendy comprendió. El auténtico Garfio estaba también en el agua.
Iba nadando hacia el bote y como sus hombres sacaron un farol para guiarlo pronto llegó hasta ellos. A la luz del farol Wendy vio cómo su garfio aferraba la borda del bote, vio su malvada cara morena al alzarse del agua chorreando y, estremeciéndose, habría querido alejarse nadando, pero Peter no se movía. Estaba vibrante de energía y además hinchado de vanidad.
-¿A que soy genial? ¡Ah, pero qué genial soy! -le susurró y aunque ella también lo creía, se alegraba mucho por su reputación de que nadie lo oyera excepto ella.
Él le hizo señas de que escuchara.
Los dos piratas tenían mucha curiosidad por saber qué había traído a su capitán hasta ellos, pero él se quedó sentado con la cabeza apoyada en el garfio en un gesto de profundo abatimiento.
-Capitán, ¿ocurre algo? -preguntaron tímidamente, pero él contestó con un quejido sepulcral.
-Suspira -dijo Smee.
-Vuelve a suspirar -dijo Starkey.