Página 44 de 261
no poca cosa; tengo que heredar muchísimo... millones...; los cimientos
de mi obra y el andamiaje están hechos: ahora el caso es que necesito
dinero.
En el rostro de don Telmo se pintó una expresión de sorpresa
desagradable.
Pío Baroja
-No tenga usted cuidado -replicó Roberto-, no se lo voy a pedir.
-Hijo mío, si yo tuviera se lo daría con mucho gusto y sin interés. A mí
se me cree millonario.
-No; ya le digo a usted que no trato de sacarle ni un céntimo; lo único
que le pediría a usted sería un consejo.
-Hable uste, hable usted; le escucho con verdadera atención -repuso el
viejo, apoyando un codo en la mesa.
Manuel, que recogía el mantel, aguzó los oídos.
En aquel instante entró en el comedor uno de los comisionistas, y
Roberto, que se preparaba a contar algo, se calló y contempló al intruso
con impertinencia. Era un tipo aristocrático el del estudiante, de pelo
rubio, espeso y peinado para arriba, bigote blanco, como si fuera de
plata: la piel, algo curtida por el sol.
-¿No sigue usted? -le dijo don Telmo.
-No -replicó el estudiante, mirando al comisionista-, porque no quiero
que nadie se entere de lo que yo hablo.
-Venga usted a mi cuarto -repuso don Telmo-; allí hablaremos
tranquilamente. Tomaremos café en mi habitación. ¡Manuel! -dijo
después-,vete por dos cafés.
Manuel, que tenía gran interés en oír lo que contaba el estudiante,
salió a la calle disparado.