La lucha por la vida I (Pío Baroja) Libros Clásicos

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no poca cosa; tengo que heredar muchísimo... millones...; los cimientos
de mi obra y el andamiaje están hechos: ahora el caso es que necesito
dinero.

En el rostro de don Telmo se pintó una expresión de sorpresa
desagradable.


Pío Baroja

-No tenga usted cuidado -replicó Roberto-, no se lo voy a pedir.

-Hijo mío, si yo tuviera se lo daría con mucho gusto y sin interés. A mí
se me cree millonario.

-No; ya le digo a usted que no trato de sacarle ni un céntimo; lo único
que le pediría a usted sería un consejo.

-Hable uste, hable usted; le escucho con verdadera atención -repuso el
viejo, apoyando un codo en la mesa.

Manuel, que recogía el mantel, aguzó los oídos.

En aquel instante entró en el comedor uno de los comisionistas, y
Roberto, que se preparaba a contar algo, se calló y contempló al intruso
con impertinencia. Era un tipo aristocrático el del estudiante, de pelo
rubio, espeso y peinado para arriba, bigote blanco, como si fuera de
plata: la piel, algo curtida por el sol.

-¿No sigue usted? -le dijo don Telmo.

-No -replicó el estudiante, mirando al comisionista-, porque no quiero
que nadie se entere de lo que yo hablo.

-Venga usted a mi cuarto -repuso don Telmo-; allí hablaremos
tranquilamente. Tomaremos café en mi habitación. ¡Manuel! -dijo
después-,vete por dos cafés.

Manuel, que tenía gran interés en oír lo que contaba el estudiante,
salió a la calle disparado.

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