Una Víctima del Espacio Superior (Algernon Blackwood) Libros Clásicos

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Ambas ventanas estaban cerradas y un fuego vigoroso ardía en el hogar. Había varios signos -signos inteligibles, por lo menos para un alma profundamente intuitiva -que la habitación estaba ocupada, sin embargo, hasta a donde a seres humanos se refiere, parecía innegablemente vacía. Nadie estaba sentado en las sillas; nadie estaba parado en la esterilla frente al fuego; no había ni siquiera un signo de que un paciente estuviera en algún lugar cerca de la pared, examinado la reproducción de Böcklin -como suelen hacer los pacientes tan frecuentemente cuando pensaban que estaban solos -y por lo mismo, difíciles de avistar desde el agujero. Llanamente hablando, no había nadie en la habitación. Estaba desocupada.
Sin embargo, el doctor Silence estaba completamente conciente de que un ser humano se encontraba en la habitación. Su sistema sensorial nunca fallaba en darle a conocer la proximidad de un ser real o irreal. Incluso en la oscuridad podía definirlo. Y ahora supo fehacientemente que su paciente, el paciente que había alarmado a Barker, y había viajado por el corredor con ese paso danzarín, estaba en alguna parte escondido entre las cuatro paredes que eran dominadas desde su ojo espía. También se dio cuenta -y esto era de lo más inusual- que este individuo al que quería observar sabía que estaba siendo vigilado. Y, más aún, que el mismo extraño, a su vez, también estaba observando. De hecho, era él, el doctor, el que estaba siento observado -y por un observador tan agudo y entrenado como él mismo.
Un indicio del verdadero estado del caso comenzó a caer sobre él, y estaba a punto de entrar -de hecho su mano ya tocaba la manilla de la puerta -cuando su ojo, aún adherido al agujero, detectó un movimiento.

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