Ilíada (Homero) Libros Clásicos

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514 Así dijo el terrible dios desde la ciudadela. A su vez, la hija de Zeus, la gloriosísima Tritogenia, recorría el ejército aqueo y animaba a los remisos.
517 Fue entonces cuando el hado echó los lazos de la muerte a Diores Amarincida. Herido en el tobillo derecho por puntiaguda piedra que le tiró Píroo Imbrásida, caudillo de los tracios, que había llegado de Eno -la insolente piedra rompióle ambos tendones y el hueso-, cayó de espaldas en el polvo, y expirante tendía los brazos a sus camaradas cuando el mismo Píroo, que lo había herido, acudió presuroso e hiriólo nuevamente con la lanza junto al ombligo; derramáronse los intestinos y las tinieblas velaron los ojos del guerrero.
527 Mientras Píroo arremetía, Toante el etolio alanceólo en el pecho, por cima de una tetilla, y el bronce se le clavó en el pulmón. Acercósele Toante, le arrancó del pecho la ingente lanza y, hundiéndole la aguda espada en medio del vientre, le quitó la vida. Mas no pudo despojarlo de la armadura, porque se vio rodeado por los compañeros del muerto, los tracios que dejan crecer la cabellera en lo más alto de la cabeza, quienes le asestaban sus largas picas; y, aunque era corpulento, vigoroso a ilustre, fue rechazado y hubo de retroceder. Así cayeron y se juntaron en el polvo el caudillo de los tracios y el de los epeos, de broncíneas corazas, y a su alrededor murieron otros muchos.
539 Y quien, sin haber sido herido de cerca o de lejos por el agudo bronce, hubiera recorrido el campo, llevado de la mano y protegido de las saetas por Palas Atena, no habría baldonado los hechos de armas; pues aquel día gran número de troyanos y de aqueos yacían, unos junto a otros, caídos de cara al polvo.

CANTO V*
Principalía de Diomedes
* Entre los primeros, los aqueos, destaca Diomedes, siendo capaz de hacer huir a los mismísimos dioses Ares y Afrodita.

1 Entonces Palas Atenea infundió a Diomedes Tidida valor y audacia, para que brillara entre todos los argivos y alcanzase inmensa gloria, a hizo salir de su casco y de su escudo una incesante llama parecida al astro que en otoño luce y centellea después de bañarse en el Océano. Tal resplandor despedían la cabeza y los hombros del héroe, cuando Atenea lo llevó al centro de la batalla, allí donde era mayor el número de guerreros que tumultuosamente se agitaban.
9 Hubo en Troya un varón rico a irreprensible, sacerdote de Hefesto, llamado Dares; y de él eran hijos Fegeo a Ideo, ejercitados en toda especie de combates. Éstos iban en un mismo carro; y, separándose de los suyos, cerraron con Diomedes, que desde tierra y en pie los aguardó.

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