El Caballero de la Maison Rouge (Alejandro Dumas) Libros Clásicos

Página 48 de 176

La mujer se negó a hacerlo.
-Querida Geneviève; cuando están en juego intereses tan poderosos como los nuestros, ¿cómo puede retroceder por una mezquinas consideraciones de amor propio?
-Ya le he dicho mi opinión sobre Maurice: es honrado y caballeroso; pero es caprichoso, y no quiero padecer otra servidumbre que la de mi marido.
Esta declaración fue hecha con tal calma y firmeza que Dixmer comprendió que sería inútil insistir; no añadió una sola palabra; miró a Geneviève como si no la viera, se pasó una mano por la frente húmeda de sudor, y salió. Morand le esperaba con inquietud, y Dixmer le contó lo que había ocurrido palabra por palabra. Morand se mostró partidario de olvidar el asunto y renunciar a todo antes que herir el amor propio de Geneviève, pero Dixmer replicó que ninguno de ellos se pertenecía, ni podía dejar que sus sentimientos siguieran los impulsos del corazón.
Morand se estremeció y guardó silencio pensativo y doloroso. Dieron así algunos paseos por el jardín antes de que Dixmer dejara a su amigo y se vistiera para salir.
Una hora después, Maurice era interrumpido por su criado:
-Ciudadano Lindey, le espera alguien que dice tener que comunicarle algo importante.
Maurice se quedó asombrado al encontrar en su casa a Dixmer; éste fue a su encuentro y le tendió la mano sonriendo.
-¿Qué mosca le ha picado para escribirme eso? La verdad, me ha herido sensiblemente. ¿Yo, tibio y falso patriota? Vamos, usted no es capaz de repetir esas acusaciones en mi presencia. Confiese que busca un falso motivo para enemistarse conmigo.
Maurice admitió que no tenía nada que reprocharle; sin embargo, tenía buenas razones para actuar como lo hacía y su decisión era irrevocable. Dixmer trató de aparentar una sonrisa y dijo:
-Bien, pero esas razones no son en absoluto las que me ha dicho por escrito.
Maurice reflexionó un instante.
-Escuche -dijo-; vivimos una época en que la duda manifestada en una carta puede y debe atormentarle; lo comprendo, y no sería digno de un hombre de honor dejarle con semejante inquietud. Las razones que le he dado sólo eran un pretexto, pero el verdadero motivo no se lo puedo decir, aunque si usted lo supiera, lo aprobaría, estoy seguro.
Dixmer insistió en saberlo todo, y Maurice dijo:
-Bien, se trata de lo siguiente: usted tiene una mujer joven y bonita, y su pudor no ha podido hacer que mis visitas no sean mal interpretadas.

Página 48 de 176
 

Paginas:
Grupo de Paginas:           

Compartir:




Diccionario: