Los miserables (Víctor Hugo) Libros Clásicos

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Aquella mujer no tenía en el mundo más que a esa niña, y esa niña no tenía en el mundo más que a aquella mujer.
Al pasar por delante de la taberna de Thenardier, las dos niñas que jugaban en la calle produjeron en ella una especie de deslumbramiento, y se detuvo fascinada ante aquella visión radiante de alegría.
Las criaturas más feroces se sienten desarma das cuando se acaricia a sus cachorros. La mujer levantó la cabeza al oír las palabras de Fantina y le dio las gracias, a hizo sentar a la desconocida en el escalón de la puerta, a su lado.
-Soy la señora Thenardier -dijo-. Somos los dueños de esta hostería.
Era la señora Thenardier una mujer colorada y robusta; aún era joven, pues apenas contaba treinta años. Si aquella mujer en vez de estar sentada hubiese estado de pie, acaso su alta estatura y su aspecto de coloso de circo ambulante habrían asustado a cualquiera. El destino se entromete hasta en que una persona esté parada o sentada.
La viajera refirió su historia un poco modificada. Contó que era obrera, que su ma rido había muerto; que como le faltó trabajo en París, iba a buscarlo a su pueblo.
En eso la niña abrió los ojos, unos enormes ojos azules como los de su madre, descubrió a las otras dos que jugaban y sacó la lengua en señal de admiración.
La señora Thenardier llamó a sus hijas y dijo:
-jugad las tres.
Se avinieron en seguida, y al cabo de un mi nuto las niñas de la Thenardier jugaban con la recién llegada a hacer agujeros en el suelo. Las dos mujeres continuaron conversando.
-¿Cómo se llama vuestra niña?
-Cosette.
La niña se llamaba Eufrasia: pero de Eufrasia había hecho su madre este Cosette, mucho más dulce y gracioso.
-¿Qué edad tiene?
-Va para tres años.
-Lo mismo que mi hija mayor.
Las tres criaturas jugaban y reían, felices.
-Lo que son los niños -exclamó la Thenardier-, cualquiera diría que son tres hermanas.
Estas palabras fueron la chispa que probable mente esperaba la otra madre, porque tomando la mano
de la Thenardier la miró fijamente y le dijo:
-¿Queréis tenerme a mi niña por un tiempo?
La Thenardier hizo uno de esos movimientos de sorpresa que no son ni asentimiento ni negativa.

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