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sino conjeturas vagas y casi imaginarias. La anatomía comparada no ha
hecho todavía suficientes progresos y las observaciones de los
naturalistas son aún demasiado inciertas para que pueda establecerse sobre
fundamentos semejantes la base de un razonamiento sólido; de modo que, sin
recurrir a los conocimientos naturales que poseemos sobre este punto y sin
parar atención en los cambios que han debido tener lugar tanto en la
conformación interior como en la exterior del hombre a medida que aplicaba
sus miembros a nuevos usos y se nutría con nuevos alimentos, le supondré
constituido de todo tiempo como le veo hoy día, andando en dos pies,
sirviéndose de sus manos como nosotros de las nuestras y midiendo con la
mirada la infinita extensión del cielo.
Despojando a este ser así constituido de todos los dones
sobrenaturales que haya podido recibir y de todas las facultades
artificiales que no ha podido adquirir sino mediando largos progresos;
considerándole, en una palabra, tal como ha debido salir de manos de la
naturaleza, veo un animal menos fuerte que unos, menos ágil que otros,
pero, en conjunto, el más ventajosamente organizado de todos; le veo
saciándose bajo una encina, aplacando su sed en el primer arroyo y
hallando su lecho al pie del mismo árbol que lo ha proporcionado el
alimento; he ahí sus necesidades satisfechas.
La tierra, abandonada a su fertilidad natural (8) y cubierta de
bosques inmensos, que nunca mutiló el hacha, ofrece a cada paso almacenes
y retiros a los animales de toda especie. Dispersos entre ellos, los
hombres observan, imitan su industria, elevándose así hasta el instinto de
las bestias, con la ventaja de que, si cada especie sólo posee el suyo
propio, el hombre, no teniendo acaso ninguno que le pertenezca, se los
apropia todos, se nutre igualmente con la mayor parte de los alimentos (9)
que los otros animales se disputan, y encuentra, por consiguiente, su
subsistencia con mayor facilidad que ninguno de ellos.