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¿Cómo podría germinar el amor a la patria entre pasiones que lo ahogan? ¿y qué les queda a los ciudadanos de un corazón dividido entre la avaricia, una amante y la vanidad?
Desde el primer momento de la vida hay que aprender a merecerla; y como desde el nacimiento se participa de los derechos de los ciudadanos, el instante del nacimiento debe señalar el comienzo del ejercicio de los deberes. Al igual que en la edad madura, también en la infancia deben existir unas leyes que enseñen a obedecer a los otros, y como la razón de cada hombre no es el único árbitro de sus deberes, la educación de los hijos no se debe confiar sólo a los padres por cuanto ésta interesa, más que a los padres, al propio Estado, ya que según el curso de la naturaleza, la muerte del padre le arrebata a menudo los últimos frutos de esa educación, mientras que la patria se resiente tarde o temprano de los efectos: el Estado permanece, mas la familia se deshace. Si la autoridad pública, cuando reemplaza a los padres y se ocupa de tan importante función, adquiere sus derechos al cumplir sus deberes, aquéllos carecen de razón para quejarse, pues con ello se limitan a cambiar de nombre, de modo que bajo el nombre de ciudadanos dispondrán en común de igual autoridad sobre sus hijos que la que ejercían separadamente bajo el nombre de padres, y no serán menos obedecidos cuando hablen en nombre de la ley que cuando hablaban en nombre de la naturaleza. La educación pública según reglas dictadas por el gobierno y los magistrados nombrados por el soberano, constituye, pues, una de las principales máximas del gobierno fundamental o legítimo. Si los niños son educados en común según el principio de la
13 Probablemente estos argumentos de Rousseau no hayan sido menos influyentes que los provenientes de la tradición greco-romana en la formación del concepto hegeliano de Sittlichkeit ("eticidad"), y de la doctrina hegeliana (fuertemente romántica) del Estado. Ver G. W F. Hegel: Filosofía del Derecho (1820).
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igualdad, se les inculcan las leyes del Estado y las máximas de la voluntad general, se les instruye para que las respeten por encima de todo, se ven rodeados de ejemplos y objetos que les hablen sin cesar de la tierra madre que los alimenta, del amor que ella les dispensa, de los inestimables bienes que de ella reciben y de la compensación que le deben, sin duda se amarán mutuamente como hermanos, jamás desearán otra cosa que lo que la sociedad desee, sustituirán por hazañas de hombres el vano e inútil parloteo de los sofistas y se convertirán un día en defensores y padres de la patria de la que durante tanto tiempo fueron hijos14.