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El calavera-temerón escoge a veces para su centro de operaciones la parte interior de una persiana; este medio permite más abandono en la risa de los amigos, y es el más oculto; el calavera fino le desdeña por poco expuesto.
A veces se dispara la cerbatana en guerrilla; entonces se escoge por blanco el farolillo de un escarolero, el fanal de un confitero, las botellas de una tienda; objetos todos en que produce el barro cocido un sonido sonoro y argentino.¡Pim! las ansias mortales, las agonías y los votos del gallego y del fabricante de merengues son el alimento del calavera.
Otras veces el calavera se coloca en el con fin de la acera y fingiendo buscar el número de una casa, ve venir a uno, y andando con la cabeza alta, arriba, abajo, a un lado, a otro, sortea todos los movimientos del transeúnte, cerrándole por todas partes el paso a su camino. Cuando quiere poner término a la escena, finge tropezar con él y le da un pisotón; el otro entonces le dice: perdone usted; y el calavera se incorpora con su gente.
A los pocos pasos se va con los brazos abiertos a un hombre muy formal, y ahogándole entre ellos:
-Pepe -exclama-, ¿cuándo has vuelto? ¡Sí, tú eres!. -Y lo mira.
-El hombre, todo aturdido, duda si es un conocimiento antiguo... y tartamudea... Fingiendo entonces la mayor sorpresa:
- ¡Ah! usted perdone -dice retirándose el calavera-, creí que era usted amigo mío...
-No hay de qué.
-Usted perdone. ¡Qué diantre! No he visto cosa más parecida.
Si se retira a la una o las dos de su tertulia, y pasa por una botica, llama; el mancebo, medio dormido, se asoma a la ventanilla.
-¿Quién es?
-Dígame usted -pregunta el calavera-, ¿tendría usted espolines?
Cualquiera puede figurarse la respuesta; feliz el mancebo, si en vez de hacerle esa sencilla pregunta, no le ocurre al calavera asirle de las narices al través de la rejilla, diciéndole:
-Retírese usted; la. noche está muy fresca y puede usted atrapar un constipado.
Otra noche llama a deshoras a una puerta