Página 217 de 298
-¡Ah! no; salvaos por piedad, y salvadme a mí. Macías, cada palabra que hablamos es una palabra de abominación; el tiempo es precioso y le perdemos.
-¿Perderle yo a tu lado?
-Cesa ya y parte.
-¿Me llamas, señora, para escuchar de nuevo tus rigores?
-¿Yo os llamé, Macías?
-¿Qué escucho? -dijo levantándose-. ¿Cuya es, pues, esa letra?
-¿Esa letra? ¡Cielos! Los traidores la han fingido.
-¿La han fingido, señora?
-Para perdernos, sí.
-¿No es vuestra? ¡Crédulo yo, insensato! ¡Cierto es, lo que Jaime asegura!
-Todo sí, todo es cierto: huid; no os quiero ver: os aborrezco.
-¿Me aborrecéis? Pues bien, nos perderán. Ya su triunfo es completo. ¡Pérfida! -añadió después de haberla contemplado un momento-. ¿De esta suerte pagáis mi generosidad? Tres años de silencio. Hablo por fin, hablo, para ofreceros más generosidad, mayor sigilo aún, amor más grande, ¡y no os ocurren en pago sino pérfidos medios de engañarme! Sed noble, señora, hasta en la perfidia misma. Medios hay aún de ser noblemente malo. ¿Sois veleidosa? ¿Por qué no me decís: «Macías soy mujer! ¡Plúgome vuestro amor, mas hoy me cansa! No es para mí, que es harto grande.» Yo agradecería vuestra nobleza entonces.
-Acabemos, Macías: no más reconvenciones, no. Idos, y nunca más volváis. Toda comunicación, todo vínculo es roto entre nosotros. Si prendas teníais de mi amor, si insistís en creer que mis ojos, mi lengua, mis acciones os prometieron algo, en buen hora, creedlo; devolvedme, empero, mi libertad...
-¿Que os la devuelva, señora? Volvedme vos la dicha, volvedme la confianza.
-¡Qué suplicio! Por piedad, partid.
-¿Partir? ¡Qué delirio! Mi vida hoy o mi muerte. No os creo ya; nada espero de vos. Todo de mí. Oídme.
-Soltad mi mano.
-No, sois mía, y lo seréis.
-¿Y ese es amor tan grande? ¿Me amáis vos, y me amáis comprometiendo mi honor y mi existencia?
-Sí, porque tú y yo no somos ya más que uno. Los dos felices, o desgraciados ambos. Uniónos el amor: la muerte sola nos separará. Volved los ojos hacia mí, volvedlos; inútil es retirarlos; me veis, me veis donde quiera que los volváis; cerradlos, y aún me veréis.