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Pero los frasques no son tan frágiles. Nadie sabe qué les impulsa o por qué creyeron que podrían salirse con la suya. Hay montones de datos enterrados a los que ni tan siquiera yo puedo llegar.
Plenty funcionaba a las mil maravillas..., y de repente Capella habló. Los frasques eran una specie non grata. No habría más transacciones con ellos. Sus portavoces más conocidos fueron destituidos sin ninguna clase de explicaciones y reemplazados de la noche a la manana por nuevos portavoces que no paraban de sonreír mientras soltaban una ristra interminable de frases contradictorias y exhortaciones ininteligibles. La tensión resultaba claramente visible bajo la máscara del bronceado, y estaba claro que algunos ya habían sido congelados. Los portavoces solicitaban lealtad a la generosa y altruista especie de los *asques y rechazaban la autoridad de Capella.
Los archivos que han sobrevivido a ese período son tan fragmentarios como confusos. De una cosa no cabe duda, y es de que la estación pasó por un período de gran agitación. Hubo abundancia de discusiones comunales y se generaron gestalts etéricas realmente extraordinarias. Extraños zumbidos chirriantes se abrieron paso por el vacío, sembrando el caos en todas las longitudes de onda que podían captarse en un radio de centenares de kilómetros. Los empleados terrestres que seguían conservando la facultad de moverse independientemente huyeron con todos los objetos de valor a los que pudieron echar mano, lo cual resulta muy comprensible dada la situación. Las gigantescas explanadas de atraque y maniobra quedaron vacías. Los representantes y embajadores se marcharon en la primera lanzadera después de haber borrado frenéticamente sus huellas. Las bóvedas criónicas tuvieron que soportar el asedio de quienes exigían recuperar a sus padres o sus presidentes, y faltó muy poco para que todos los sistemas dejaran de funcionar.
El caos llegó a su punto álgido..., y una nave sistémica capellana se presentó de repente con gran ceremonia y una apabullante exhibición de superioridad tecnológica para exigir la marcha inmediata de los frasques. Los frasques se negaron a abandonar el sistema solar. Los capellanos inclinaron sus enormes cabezas, pusieron cara de pena y los exterminaron.
La destrucción fue tan breve como horrible. Bastó con que los capellanos hicieran un gesto casi imperceptible para que esos frasques de apariencia tan coriácea e invulnerable se encogieran sobre sí mismos y quedaran envueltos en llamas. Los muelles y astilleros de Plenty se convirtieron en un infierno.