Página 133 de 455
Les ruego que acaten todas las normas de seguridad e higiene y que eviten cualquier tipo de acto que pueda trastornar a nuestra cliente o interferir con el sistema de mantenimiento. Gracias por haber escogido el Sueño de los Justos.
La cortina empezó a subir con un zumbido casi inaudible. Tabitha pudo ver el sol brillando al otro lado.
-La Pradera -dijo Mogul, y cruzó el umbral.
-Oh, estupendo -dijo su hermana, y se volvió hacia Tabitha-. Es el sitio que más nos gusta, pero no siempre está disponible -explicó mientras seguía a su gemelo.
Marco se quedó inmóvil y extendió una mano para que Tabitha pasara delante de él.
-¿Cómo andamos de tiempo? -le preguntó.
-Bastante escasos -dijo ella.
No se sentía capaz de decir nada más. Acababa de abandonar las sombras de la antesala para entrar en el cubículo de Hannah Soo y ahora se encontraba en el comienzo de un bosque. Sus pies pisaban blandos tallos de hierba verde y el límpido cielo azul se extendía sobre su cabeza.
Tuvo que quedarse inmóvil y mirar. Nunca había visto tanto verde y tanta luz de sol derramándose por entre los huecos que dejaban las ramas cargadas de hojas. La hierba seguía y seguía más allá de los árboles, perdiéndose en el horizonte sin nada que la interrumpiese. Podía oír los trinos de los pájaros que cantaban en el bosque detrás de ella.
Y no quería mirar hacia atrás.
Tal había seguido volando en línea recta hacia adelante, como parecía tener por costumbre. El pájaro se había posado en una rama, y Tabitha apenas si pudo distinguir el verde de sus plumas confundiéndose con el verde de las hojas.
Había algo en la pradera.
Era bastante pequeño, y flotaba a un par de metros del suelo. Tabitha entrecerró los ojos para protegerlos de los rayos del sol y tuvo la vaga impresión de estar contemplando un objeto negro y plata que no consiguió reconocer. Una especie de capullo compuesto por una masa de espesos vapores blancos yacía inmóvil sobre los lustrosos tallos de hierba justo debajo de la cosa negra que flotaba en el aire. La cabeza y los hombros de una mujer de piel amarilla asomaban del extremo más alejado de la nube.
La cosa negra parecía estar contemplándola.
Hacía mucho sol, pero el aire era casi frío.