El pleito matrimonial del cuerpo y el alma (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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lo sé, pues que yo te tengo.
ALMA ¿Quién eres?
PECADO Soy el peligro
donde caíste primero.
ALMA ¿A la entrada y la salida
siempre has de estarme al encuentro?
PECADO Sí, y esta vez no podrás
de mí escaparte, supuesto
que alguna vez concurriste
en las torpezas del Cuerpo.
ALMA Sí podré, pues ya él pidió
perdón de todos sus yerros.
PECADO Fue muy tarde, y ha de ser
tu depósito mi centro.
ALMA Nunca es tarde para Dios.
¡Que me abraso! ¡Que me quemo!
¡Misericordia, Señor!
¡Piedad, Señor!
PECADO ¡Eso es bueno!
¿Ahora merecer quieres
con suspiros y lamentos?
¿No sabes que el Alma sólo
puede merecer viviendo
con el Cuerpo, pero no
una vez fuera del Cuerpo?
ALMA Ya lo sé, pero también
sé, si merecer no puedo,
que este rato que me tienes
en tu poder, monstruo fiero,
puedo...
PECADO ¿Qué?
ALMA Satisfacer
la culpa de mis defectos
con la pena de ser tuya
este instante, y así es cierto
que llorando satisfago
si llorando bien merezco.
¡Piedad, Señor! Y pues tuve
reverencia, amor y celo,
al banquete que me dio
cautivo el Entendimiento,
dé la fe el mérito grande
de tan grande sacramento.
¡El término ahora abrevie
de las penas que padezco
hasta llegar a mi patria!
(Tan chirimías. Descúbrese un altar con hostia y cáliz,
y en lo alto de él un trono, en que se verá un NIÑO que
hace a Cristo.)
PECADO Oyó tus quejas el cielo,
y por los méritos de ese
misterio de los misterios,
milagro de los milagros,
portento de los portentos,
pasa a tu patria, que ya,
todos los claustros abiertos,
te aguarda la eterna vida.
NIÑO Yo lo soy, por que perdiendo
la vida humana, la eterna
halles en mí, conociendo
la distancia de una a otra.

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