El purgatorio del San Patricio (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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de un sueño, de un letargo, un parasismo,
tanto mis penas creo,
que me parece que la llama veo, 40
y, huyendo a cada paso,
ardéis vosotras, pero yo me abraso.
Lesbia. Fantasmas son ligeras
del sueño, que introduce estas quimeras
al alma y al sentido. 45


Tocan una trompeta.


Mas, ¿qué clarín es éste?
Capitán. Que han venido
a nuestro puerto naves.
Polonia. Dame licencia, gran señor, pues sabes
que un clarín, cuando suena,
es para mí la voz de la sirena; 50
porque a Marte inclinada,
del militar estruendo arrebatada,
su música me lleva
los sentidos tras sí; porque le deba
fama a mis hechos, cuando 55
llegue en ondas de fuego navegando
al sol mi nombre, y con veloces alas
allí compita a la deidad de Palas.
([Ap.] Aunque más parte debe a este cuidado,
el saber si es Filipo el que ha llegado.) Vase. 60
Leogario. Sal, señor, a la orilla
del mar, que la cabeza crespa humilla
al monte, que le da, para más pena,
en prisión de cristal, cárcel de arena.
Capitán. Divierta tu cuidado 65
este monstruo nevado,
que en sus ondas dilata
a espejos de zafir, marcos de plata.
Rey. Nada podrá alegrarme.
Tanto pudo el dolor enajenarme 70
de mí, que ya sospecho
que es Etna el corazón, volcán el pecho.
Lesbia. Pues, ¿hay cosa a la vista más süave
que ver quebrando vidrios una nave,
siendo en su azul esfera, 75
del viento pez, y de las ondas ave,
cuando corre veloz, surca ligera,
y de dos elementos amparada,
vuela en las ondas y en los vientos nada?
Aunque agora no fuera 80
su vista a nuestros ojos lisonjera,
porque el mar alterado,
en piélagos de montes levantado,
riza la altiva frente,
y sañudo Neptuno, 85
parece que, importuno,
turbó la faz y sacudió el tridente.
Tormenta el marinero se presuma,
que se atreven al cielo

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