Página 38 de 49
IRENE: Pues ¿qué poder tenéis vos
para darme a mí salud?
BARTOLOMÉ: El que me ha dado mi Dios.
IRENE: Mucho me huelgo de oír
que tan buen médico sois,
pero curad otros males
que tengan remedio, y no
el mío, que no le tiene
mientras que Dios fuere Dios.
REY: Extrañas locuras dice.
LICANORO: ¡Qué lástima, qué dolor!
IRENE: ¿Qué hay por acá, padre honrado?
¡Cuál vuestra imaginación
anda!
REY: Que estáis loca ahora
creo con más ocasión
porque dicen que verdades
dicen los locos.
IRENE: Pues yo
más para decir mentiras,
que no verdades, estoy.--
¿También los dos por acá
estáis? ¿Cómo va de amor?
LICANORO: Mal, viendo en ti mi desdicha.
CEUSIS: Bien, viendo en ti mi pasión.
IRENE: ¿Oís, buen viejo? Ved qué os digo;
estimad mucho a los dos;
mirad que entrambos me quieren
y a entrambos los quiero yo;
mas con una diferencia,
que a éste le quiero mejor
porque sé que éste es más mío;
pero es tal mi inclinación
que, por saber que éste está
seguro y aquéste no,
habéis de ver que a éste dejo
y tras esotro me voy.
LICANORO: ¡Que haya razón para celos
aun adonde no hay razón!
CEUSIS: Pues tome el favor quien sabe
que aun es locura el favor.
REY: De este delirio que ves
padece la sujeción;
y está ahora aun más templada
que otras veces; pues me dio
la palabra de librarla
tu verdad o tu valor,
duélete de ella y de mí.
BARTOLOMÉ: Dame tu amparo, mi Dios,
contra tu mismo enemigo.
CEUSIS: ¡Que se rinda tu valor
a tan loca confïanza!
LICANORO: Si obra el cielo, ¿por qué no
quieres que alcance victoria?
BARTOLOMÉ: ¿Podré en tu nombre, Señor,
entrar en esta lid?
Dentro MÚSICA
MÚSICA: Sí