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si hago la prueba, aunque corra?
No perdamos la ocasión.)
¡Elvirilla!
ELVIRA: Si soy sombra,
¿no ves que me voy?
LÁZARO: ¿Por qué?
[ELVIRA]: Porque se fue mi señora.
Vase
LÁZARO: Yo quedaré cual tahur
que, viendo su suerte, toma
aliento para contar
pintas--que mil fueran pocas--
y luego por una carta,
que estaba encubierta sola,
sobre su suerte, admirado
la de su contrario topa.
Y el cinco que le estorbaba,
sirviendo de encaje ahora,
espuela de su carrera,
hace que las pintas corran.
Así a mí espadas y bastos
me turban, gústanme copas;
y porque no salgo de oros,
no tengo suerte con sotas.
Vase. Salen ALEJANDRO y don ARIAS
ARIAS: Bien la noche ha estado.
¿No alegró tu tristeza
tanta gala y belleza,
que junta has admirado?
ALEJANDRO: Antes con su alegría
doblé, don Arias, la tristeza mía.
Si a doña Ana miraba
las acciones que hacía,
en su rostro leía
que a César adoraba;
y dije, "¿Quién vio, cielos,
sin culpa agravio y sin agravio celos?"
Disculpaba otras veces
a César, porque, llena
el alma de su pena,
hizo a los ojos jueces,
y aunque él la merecía,
no trocara su pena por la mía.
ARIAS: ¿En qué ha de parar esto?
ALEJANDRO: Don Arias, en mi muerte;
que en peligro tan fuerte
tu secreto me ha puesto.
ARIAS: Yo erré; mas no te espante
que, lo que erré una vez, lleve adelante.
Allí don César viene;
ALEJANDRO: De este cancel cubierto,
hoy de su boca advierto
el ánimo que tiene,
si tú se lo preguntas.
Retírase ALEJANDRO. Sale don
CÉSAR
CÉSAR: (¿Quién en el mundo vio más penas juntas?) Aparte
ARIAS: ¿Qué hay, don César?
CÉSAR: Desdichas
siempre de agravios llenas;
que sólo para penas
se inventaron mis dichas.