El Acróstico

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Este juego sólo se usa en las reuniones poco numerosas, pues consiste en proponer cada uno a su vez una palabra compuesta de tantas letras como personas hay que juegan, menos una que es la que conduce el juego, que no guarda letra alguna para sí. Un ejemplo hará esto más comprensible que todas las explicaciones.
La persona que empieza toma una cuartilla de papel para escribir cada palabra que se la dé. Supongamos que haya ocho personas, en cuyo caso la palabra debe constar de siete letras. La persona que empieza dice: yo he comprado un abanico, o cualquiera otra palabra que conste de igual número de
letras, quisiera cambiarle: ¿qué me dará usted (dirigiéndose a su inmediato de la derecha) por mi primera A? Supongamos que le dice un asno. Pregunta al inmediato : y usted ¿qué me dará por mi B? y éste le responde un botín: al tercero hace la misma pregunta respecto a la segunda A, y le responde que le da una alcuza. El que sigue le da par la N una naranja; el otro por la I una isla: el que sigue por la C un corcho: y el último por la 0 un olmo. Tiene pues la persona que empiece el juego por su abanico un asno, un botín, una alcuza, una naranja, una isla, un corcho y un olmo. Todas estas palabras ha de reunirlas en una relación que sea natural; y no siendo esto muy fácil, los más de los jugadores renuncian a ello, y pagan prenda. Otros se pican de recitar un conjunto que divierta, y se componen según pueden.
En el caso supuesto, he aquí el modo con que puede desempeñarse, no por vía de modelo sino de ejemplo.
" Me propuse el día pasado hacer un viaje a Valdemoro, y no teniendo dinero para ir con todo el lujo que yo hubiera querido, pude acomodarme con un borriquero que me alquiló un asno. Ustedes no pueden
idearse que buena figura hacia yo, porque teniendo una de mis botas dada a componer, no tuve más remedio que ponerme en una pierna un botín: llegué molido a una mala venta, y con deseo de tomar aunque no fuese más que unas malas sopas de ajo; pero estaba tan bien equipada que no solamente no había pan ni aceite, pero ni tampoco alcuza. En esta aflicción, no tuve más remedio que apaciguar a lo menos la sed, ya que no podía el hambre, con una naranja queme dio el bueno de mi alquilador: esperé que más adelante hallaría en el camino proporción de tomar algún refrigerio, más todo él parecía la isla de Róbinson. Claro está que con la barriga vacía iba sobre el borrico como alma que lleva el diablo, y no debía pesarle, la carga más que si fuese de corcho.
" Por fin, llegué a Valdemoro, y al suponerme ya en sitio más feliz, me encontré que había dejado el bolsillo en casa. Aquí fue Troya; busque a un amigo para que me sacase del apuro, y no le encontré en casa. Manifesté en la posada quien era, ofreciendo dejar un pagaré por mi manutención, que debería satisfacer al otro día que volviese a la corte : hablé y supliqué al borriquero que me prestase siquiera un duro hasta mi vuelta; pero todos se manifestaron desconfiados, y fue pedir, peras al olmo así hubiera estado en la mayor angustia, a no haber encontrado a un amigo que me sacó del lance."
Se paga prenda si se responde con una palabra ya dicha, o si el que cuenta olvida alguna de las dadas en su narración.

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