A secreto agravio, secreta venganza (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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hablado.
¿Qué haré? Irme no puedo;
porque en desdichas tantas,
oprimidas las plantas,
cadenas pone el miedo
de cobardes prisiones.
Toda soy confusión de confusiones.


Escena XVII
DON LUIS, que sale con la espada desnuda y embozado, y tras él DON

LOPE, con la espada desnuda y luz.

DOÑA LEONOR, SIRENA.
DON LOPE. No os encubráis, caballero.
DON LUIS. Detened, señor, la espada;
que en la sangre de un rendido
más que se ilustra se mancha.
Yo soy de Castilla, donde
por los celos de una dama,
di a un caballero la muerte
cuerpo a cuerpo en la campaña.
Vine a ampararme a Lisboa,
donde estoy por esta causa
de Castilla desterrado.
He sabido esta mañana
que aquí un hermano del muerto
cautelosamente anda
encubierto, por vengarse
con traición y con ventaja.
Con este cuidado, pues,
por esta calle pasaba,
cuando tres hombres me embisten
a las puertas desta casa.
Viendo que (aunque el corazón
algunas veces engaña)
era imposible defensa
contra tres de mano armada,
subíme por la escalera;
y ellos, o por ver que estaba
en sagrado, o por no hacer
tan dudosa la venganza,
no me siguieron, y estuve
en esa primera sala
esperando a que se fuesen,
y sintiendo sosegada
la calle, bajarme quise;
pero al salir de la cuadra,
hallé un hombre que me dijo:
«¿Quién va?» Yo, que imaginaba
que eran mis propios contrarios,
no le respondo palabra.
De una sala en otra, entré
hasta aquí. Ésta es la causa
de haberme hallado, señor,
escondido en vuestra casa.
Ahora dadme la muerte;

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