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porque yo no soy de aquellas
mujercillas que se pagan
en almuerzos y meriendas,
que soy moza de capricho,
y eso le doy por respuesta.
MOSCATEL: ¿Eso dices?
INÉS: Eso digo;
y presto de aquí te ausenta,
no te vean en mi casa,
mira que ya estamos cerca.
MOSCATEL: En fin, ¿te vas enojada?
INÉS: No me sigas, no me veas.
MOSCATEL: Obedecerte es forzoso.
Pues tan triste, Inés, me dejas,
"Bien podéis, ojos, llorar,
no lo dejéis de vergüenza."
Vase MOSCATEL
INÉS: Aquésta es mi casa; el manto
me he de quitar a la puerta,
que para esto solamente
creo que en las faldas nuestras
usamos los guardainfantes.
Ahora, aunque mi ama la necia
me haya echado un rato menos,
no sabrá que he estado fuera.
Nadie de ustedes lo diga,
que los cargo la conciencia.
Vase y salen don JUAN y LEONOR. Luego vuelve a salir INES
LEONOR: Esta mentira ha sido
la que nuestro cuidado ha divertido.
JUAN: Fue del ingenio tuyo,
que con eso que fue sutil arguyo.
LEONOR: Ya del todo perdida
la vida, restauré en parte la vida,
pues lo que era evidencia
puse con el engaño en contingencia;
que no es pequeño aviso
saber hacer dudoso lo preciso.
JUAN: Tu padre, en fin, ¿de entrambas sospechoso
quedó?
LEONOR: Tanto, que anda cuidadoso,
yendo a casa y viniendo,
escuchando a la una, a la otra oyendo.
Hasta aquí no ha sabido
cúyo el papel, ni para quién ha sido,
porque Inés, que tenía
sola noticia de la culpa mía,
sin que a decirlo acuda,
dejó en su fuerza la primera duda.
INÉS: Yo no dije que era
el papel de Beatriz, porque pudiera
el papel desmentirme,
y así en lo que dijiste estuve firme.
JUAN: Dicha fue que viniera