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Nadie me conocía en la calle, así que salía y entraba a mi antojo y hacía lo que más me gustaba. La anciana y yo llegamos a ser grandes amigas, aunque a veces gruñía y graznaba como un cuervo enojado y se ponía muy fastidiosa. Yo la mantenía distraída con "sus acericos y sus tejidos", y le proporcionaba a Almiry lindos materiales para las muchas cosas que sabía hacer. No sabéis qué lazos tan primorosos sabían hacer aquellos largos dedos, qué sombreros de muñeca tan lindos confeccionaba con trozos de seda y encaje, y qué adornos ideaba con caparazones de moluscos y piñas, abanicos y cestas. A mí me encantan esa clase de trabajos y solía ir con frecuencia a ayudarla, porque quería que su tienda y el escaparate estuvieran llenos para Navidad, y le atrajeran muchos compradores. Nuestros nuevos juguetes y las cajitas con sedas de bordar se vendieron muy bien, y los clientes iban siendo más numerosos, porque yo le había prestado a Almiry algún dinero para que comprara mercaderías mejores. Papá se divertía muchísimo con mi aventura comercial y nunca se cansaba de gastarme bromas acerca de ella. Y una vez entró a comprar pelotas para cuatro niñitos negros que estaban con la nariz pegada al cristal, hechizados por los tesoros rojos, naranja y azules que se exhibían en el escaparate. Le gustó el aspecto de mi socia, aunque se burló de mí diciéndome que deberíamos agregar a nuestro comercio la venta de limonada, porque el rostro ácido de la pobre Almiry nos evitaría comprar limones, y el agua y el azocar eran baratas.
"Pues bien, llegó la Navidad e hicimos unas ventas buenísimas, porque mamá vino y trajo a sus amigas, y nuestros artículos de regalo eran tan lindos y más baratos que los de las tiendas de novedades, así que todo fue bien y las Miller se sentían muy contentas, y yo muy animada; después de las fiestas todo marchó bien. Uno de los regalos que recibí en Año Nuevo fue mi propia caja de guantes, ¿recordáis la que empecé a hacer en otoño, adornada con flores de manzano? La puse en el escaparate para que estuviera bien lleno, y mamá la compró y me la regaló llena de guantes muy elegantes, y acompañada de una cariñosa notita, y papá envió un cheque a "Miller, Warren y Co." Estaba tan contenta y tan orgullosa, que me costó mucho trabajo no deciros nada.