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sábado y un pastel muy superior quedó listo para ser ofrecido a la inspección de la
clase.
-No quiero volver a ver uno en mi vida -declaró Edith, mientras las dos se vestían,
cansadas, pero satisfechas por su labor, pues el pastel había sido elogiado por todos
los presentes, llenaba la casa la fragancia del café de Patty listo para servirlo a último
momento, caliente y claro, en la mejor jarra de plata.
-Bueno; tengo la sensación de haber pasado esta semana en una fábrica de
especias, o en la cocina de una pastelería, y me alegro de que hayamos concluido. Si
de ti depende, creo que tus hermanos no volverán a comer pastel por mucho tiempo rió
Patty, mientras se ajustaba las cintas nuevas proporcionadas por su prima.
-Cuando estuvieron aquí anoche los primos de Florence, oí que esos bribones se
burlaban de nosotras, y Alf dijo que debíamos dejarlos venir a :a merienda. Yo me
burlé de esa idea y les hice agua la boca hablando de las cosas sabrosas que íbamos a
comer -declaró Edith, satisfecha por las severas observaciones que había dedicado a
jóvenes tan glotones, que aunque adoraban el pastel, se burlaban de las desdichadas
cocineras.
Florence, que ofrecía la merienda de esa semana, había embellecido su mesa con
un ramillete en cada sitio, puesto el respectivo panecillo en cada servilleta
artísticamente doblada, y colgado del mechero de gas el premio una gran bolsa de raso
colmada con los más deliciosos bombones. Hubo cierta demora para empezar, pues
una cocinera atribulada envió un mensaje diciendo que sus pastelitos de papas no
querían dorarse, y rogándoles que la esperaran. Así es que trasladaron la sesión a la
sala, donde conversaron hasta que llegó Ella, enrojecida, pero triunfante, con los
pastelillos en perfecto estado.
Cuando todo quedó preparado y levantadas las tapas, las aguardaba una nueva
sorpresa. .. y no una sorpresa agradable como la anterior, sino un asunto muy serio,