Los Muchachos de Jo (Louisa May Alcott) Libros Clásicos

Página 6 de 145


-¿Mi garganta? ¡Ah, sí! Ahora recuerdo. Está bastante bien. El efecto de aquella prescripción ha sido maravilloso. Nunca volveré a llamar homeopatía a ese charlatanismo.
-El charlatán has sido tú en esta ocasión, porque lo que te di no era más que eso.
-Pues si con azúcar y leche se puede curar la difteria de un modo tan admirable, tomaré nota para lo sucesivo.
-Pero, oye, Tommy, ¿cuándo van a terminar todas esas tonterías?
-Y tú, Nan, ¿cuándo acabarás de burlarte de Y la alegre pareja se reía uno del otro, lo mismo que cuando eran niños y corrían juntos por los alrededores de Plumfield.
-Ya sabía yo -dijo Tommy-que como no hiciera lo que acabo de hacer no me sería posible hablar un momento contigo. Estás siempre tan sumamente ocupada, que no te queda un momento libre para hablar con los amigos de la niñez.
-Tú debes hacer lo mismo: estar siempre muy, ocupado; y te lo digo de veras, Tom; como no pongas más atención en los libros no terminarás tus estudios en toda tu vida -dijo Nan con mucha seriedad.
-Dichosos libros; ¿te parecen pocas horas las que estoy con ellos? Yo creo que un hombre de mi edad debe tener algún rato de expansión, después de pasar todo el santo día con disecciones y otras cosas tan desagradables como ésas.
-¿Entonces por qué no lo dejas y te dedicas a otra cosa que te guste más? Sabes perfectamente que yo consideré siempre como el mayor disparate del mundo lo que estás haciendo -dijo Nan, clavando sus penetrantes ojos en la cara de su amigo, que se había puesto más colorado que un tomate.
-Pero tú no ignoras por qué elegí yo esta carrera, y también sabes que continuaré con ella hasta que salga adelante, si es que no reviento antes. Yo no me encuentro desanimado, ni estoy fatigado, aunque lo parezca; y eso proviene del corazón, que sólo una doctora que tú conoces muy bien lo puede curar. . ., pero que no quiere curarlo.
En el aire de Tommy había cierta resignación melancólica que resultaba cómica y patética a la vez porque todo esto lo decía con mucha seriedad, pero sin demostrar la menor ansiedad ni estímulo. Nan arrugó el entrecejo, cosa que hacía con mucha frecuencia; ya sabía cómo tenía que tratar a su amigo.

Página 6 de 145
 

Paginas:
Grupo de Paginas:         

Compartir:




Diccionario: