Fouché (Stefan Zweig) (Stefan Zweig) Libros Clásicos

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Toda la parte habitada por los ricos será destruida; quedarán en pie las casas de los pobres, las viviendas de los patriotas asesinados o proscritos, los edificios industriales y los que sirven para fines benéficos y educativos.
5º El nombre de Lyon será borrado del índice de ciudades de la República. En adelante el conjunto de casas que quede en pie llevará el nombre de Ville Affranchie.
6º Sobre las ruinas de Lyon se erigirá una columna que anuncie a la posteridad los crímenes y el castigo de la ciudad realista, y que llevará esta inscripción: Lyon hizo la guerra contra la libertad. Lyon no existe.
Nadie se atreve a protestar contra esta petición delirante que pretende convertir a la segunda capital de Francia en un montón de escombros. Desde que la guillotina brilla como una amenaza sobre la cabeza de los que se atreven sólo a susurrar palabras de clemencia o compasión, se acabó el valor cívico en el seno de la Convención. Atemorizada del propio terror, del terror impuesto por ella misma, la Convención aprueba unánimemente el decreto vandálico y confía su ejecución a Couthon, el amigo de Robespierre.
Couthon, el antecesor de Fouché, reconoce en seguida el desatino, el suicidio que significa demoler voluntariamente, a través de un gesto amedrentador, la capital industrial de Francia y sus monumentos de arte. Desde el primer momento, está decidido interiormente a eludir el cumplimiento de su misión.
Pero para esto es indispensable adoptar una actitud de hipocresía llena de prudencia. Por eso, Couthon oculta su designio secreto de respetar la ciudad elogiando primero en forma desmesurada el disparatado decreto de total demolición. "¡Colegas ciudadanos -exclama- la lectura de vuestro decreto nos ha llenado de admiración! Sí; es preciso que la ciudad sea devastada para que sirva de ejemplo a los que pudieran llevar su atrevimiento a levantarse contra la Patria. Entre todas las medidas grandes y fuertes que ha ordenado hasta ahora la Convención Nacional, faltaba una, a la que no se había llegado: la de la destrucción total; pero estad tranquilos, colegas ciudadanos, y asegurad a la Convención Nacional que los principios son los nuestros y sus decretos serán ejecutados al pie de la letra". Aunque Couthon recibe el mandato con palabras de panegírico, no piensa, en verdad, llevarlo a cabo. Se contenta con preparativos teatrales. Inválido de las dos piernas por una parálisis temprana, pero dotado de un espíritu inquebrantablemente resuelto, se hace conducir en una litera a la plaza de Lyon, designa con un martillo de plata simbólicamente las casas que deberán derribarse y anuncia la institución de terribles tribunales de venganza.

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