Las amistades peligrosas (Choderlos de Laclos) Libros Clásicos

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Emilia, que ha leído la carta, se ha reído mucho. Como es preciso que lleve el sello de París, se la envío abierta. Tenga la bondad de leerla, cerrarla y ponerla en el correo.
Sobre todo no se sirva de ningún emblema amoroso; un busto solamente.
Adiós, mi bella amiga.
P. D. Abro la carta: he decidido a Emilia a ir al teatro. Aprovecharé de ese tiempo para ir a ver a usted, a las seis lo más tarde, y si le conviene, iremos juntos a las siete a casa de la señora de Volanges. Será curioso. Debo hacerla el convite en nombre de la señora de Rosemonde; a más tendré el gusto de ver a la joven Volanges.
Adiós, mi hermosa. Quiero tener tanto placer en abrazar a usted, que el caballero esté celoso. En P..., a 30 de agosto de 17...

CARTA XLVIII
EL VIZCONDE DE VALMONT A LA PRESIDENTA DE TOURVEL (Con sello de París.)
Muy señora mía: Al salir de una noche tormentosa y durante la cual, no he cerrado los ojos; después de haber estado sin cesar, ya consumido en un fuego devorador, ya en un completo anonadamiento de todas las facultades de mi alma, voy a buscar cerca de usted una tranquilidad que llega a serme tan necesaria y de que sin embargo no espero poder aún gozar. La situación en que me encuentro al escribirle me hace conocer más que nunca la fuerza irresistible del amor; tengo mucho trabajo en poseerme para poner algún orden en mis ideas y ya preveo que no podré acabar esta carta sin verme obligado a interrumpirla. ¿Y no he de poder esperar que un día experimente usted la agitación que siento este instante? Me atrevo a creer que si usted la conociese bien sería tan insensible a ella. Créame, señora; la fría tranquilidad sueño del alma, imagen de la muerte, no conducen a la dicha; pasiones activas pueden sólo verificarlo, y a pesar de los martirios que me hace sufrir, puedo asegurarle que en este momento más afortunado que usted. En vano me oprime con sus rigores excesivos; no me impiden éstos abandonarme enteramente al amor y olvidar, en medio del delirio que me causa, la desesperación que usted me condena. De este modo quiero vengarme del destierro que me impone: jamás he tenido tanto gusto al escribirle; jamás he sentido durante esta ocupación una emoción tan dulce al que tan ardiente.

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