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aldeas únicamente para proporcionarse mantenimientos. Su existencia era
difícil y precaria; pero los sufrimientos y las continuas fatigas no
hacían ya mella en los cuerpos de aquellos hombres intrépidos, cuyo valor
era sostenido y fortalecido por tan atrevidas esperanzas.
Pizarro llegó de esta suerte delante la rica población de Túmbez, que
encerraba un palacio y un gran templo. Allí se ofreció por primera vez a
los españoles el espectáculo de la opulencia y de la civilización del
imperio peruano, siendo lo que a sus ojos se presentaba más que suficiente
para enardecer su imaginación y su sed de riquezas. No tan sólo eran de
oro los adornos del templo, sino hasta los utensilios más comunes. Pizarro
se limitó a entablar relaciones amistosas con los naturales, procurando
sobre todo obtener informes útiles sobre el país. Proporcionose muestras
de los productos, algunos llamas (animales domésticos de que los
habitantes sacaban mucho provecho), y sobre todo cierta cantidad de
adornos de oro y plata, que esperaba manifestar como prueba material de
las riquezas acumuladas en la comarca que acababa de descubrir; después de
lo [48] cual decidiose a partir para Panamá. Quedaban todavía con él once
de sus bravos compañeros, sin que nos sea conocida la suerte de los otros
dos. Cuando después de su larga ausencia aquellos aventureros
desembarcaron en Panamá a fines de 1528, fueron recibidos con transportes
de alegría por sus amigos, que los creían perdidos para siempre.
Las pomposas descripciones que hizo Pizarro de la opulencia casi
increíble de los países que había descubierto, y las quejas amargas que
dejó oír sobre el llamamiento de sus soldados en una ocasión en que tan
necesarios le eran para formar una colonia, no pudieron hacer que el
gobernador de Panamá se separase de sus primeras resoluciones. Insistió
siempre en que la colonia no se hallaba en estado de invadir un imperio
tan poderoso, y se negó a autorizar una expedición que no podía menos de
arruinar a la provincia confiada a sus cuidados, obligándola a hacer
esfuerzos que no estaban en proporción con los recursos con que contaba.
Mas su oposición sirvió tan sólo para exaltar más y más el ardor de los
tres asociados. Convencidos de que no podrían llevar adelante la ejecución