Crónicas del castillo de Brass (Michael Moorcock) Libros Clásicos

Página 19 de 244

.. y enviado aquí para matarme. Tal vez hayan sobrevivido algunos restos del antiguo Imperio Oscuro. Tal vez algún súbdito de la reina Flana persiste en su odio hacia mí. ¿Algo de lo que he dicho significa algo para vos?

-No, pero sé que soy el conde Brass. No aumentéis mi confusión, duque de Colonia.

-¿Cómo sabéis que sois el conde Brass? ¿A causa de vuestro parecido?

-¡Porque lo soy! -rugió el hombre-. Muerto o vivo... ¡yo soy el conde Brass!

-¿Cómo es posible, si no me habéis reconocido, si ni siquiera sabíais que teníais una hija, si confundisteis la Karmag con algún submundo sobrenatural, si no recordáis nuestras aventuras al servicio del Bastón Rúnico, si creéis que yo, entre todos los seres humanos, que os amaba, a quien salvasteis la vida y la dignidad, os traicioné?

-Ignoro todo lo relativo a los acontecimientos que mencionáis, pero recuerdo mis viajes y batallas al servicio de diversos príncipes, en Magiaria, Arabia, Scandia, Slavia y en los territorios de los griegos y de los búlgaros. Recuerdo mi sueño, unir los principados de Europa, siempre enzarzados en pendencias. Recuerdo mis éxitos, y también mis fracasos. Recuerdo a las mujeres que amé, a los amigos, a los enemigos contra quienes luché. Y sé que no sois mi amigo, porque os convertisteis en el más traicionero de mis enemigos. En la Tierra, yazco en mi tumba. Aquí, vago en pos de aquel que me arrebató todas las posesiones, incluida la vida.

-Decid otra vez quién os convenció de esta falacia.

-Dioses, seres sobrenaturales, el oráculo... Yo qué sé.

-¿Creéis en tales cosas?

-Antes no, pero ahora debo rendirme a la evidencia.

-Os equivocáis. No estoy muerto. No habito en el submundo. Soy de carne y huesos, y también vos, amigo mío, a juzgar por vuestro aspecto. Cuando salí en vuestra búsqueda, os odiaba. Ahora, sé que sois otra víctima, como yo. Regresad a vuestros amos. Decidles que es Hawkmoon quien se vengará... ¡de ellos!

-¡Por la jarretera de Narsha, no soporto que me den órdenes! -rugió el hombre. Apoyó su mano derecha enguantada sobre el pomo de la espada. Era un gesto típico del conde Brass. Las expresiones también eran las del conde Brass. ¿Se trataba de algún horrible simulacro del conde, inventado por la ciencia del Imperio Oscuro?

Hawkmoon ya estaba casi histérico de dolor y perplejidad.

-Muy bien -gritó-, vamos a probarlo. Si en verdad sois el conde Brass, poco os costará matarme. Entonces, quedaréis satisfecho. Y yo también, porque no quiero vivir si la gente sospecha que yo os traicioné.

Entonces, el hombre adoptó una expresión pensativa.


Página 19 de 244
 

Paginas:
Grupo de Paginas:             

Compartir:




Diccionario: