En la noche de los tiempos (Howard Phillips Lovecraft) Libros Clásicos

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Cuando una mente cautiva de origen extranjero era restituida a su propio cuerpo futuro, se la purificaba mediante una complicada hipnosis mecánica de todo cuanto hubiera aprendido en la época de la Gran Raza. Esta purificación se hacía en atención a ciertas consecuencias catastróficas que podían acarrear con el traslado de esas enormes cantidades de saber a un mundo futuro.
Siempre que el saber de la Gran Raza se había filtrado hasta otras edades, se habían producido -y seguirían produciéndose en ciertos momentos de la historia- grandes desastres. Según las viejas crónicas, eran precisamente dos de esas filtraciones, las que habían permitido a la humanidad descubrir lo poco que sabía acerca de la Gran Raza.
En la actualidad, de aquel mundo remoto y distante apenas quedaban unas cuantas ruinas ciclópeas en algún rincón apartado y en los abismos oceánicos, y los textos fragmentarios de los terribles Manuscritos Pnakóticos.
De esta forma, la mente liberada regresaba a su propia época con una visión muy vaga de su estancia en ese otro mundo. Se le extirpaba la mayor cantidad posible de recuerdos, de manera que en la mayoría de los casos sólo conservaba un vacío de sueños nebulosos de ese periodo. Algunos espíritus recordaban más que otros, y el azar, conjuntando a veces los recuerdos brumosos, había permitido en ocasiones que el futuro vislumbrase fugazmente su propio pasado prohibido.
Indudablemente en ninguna época de la historia de la Tierra ha dejado de haber sectas místicas o esotéricas que venerasen en secreto esos vislumbres de otro mundo. En el Necronomicon se menciona a este respecto que entre los seres humanos ha existido un culto de esta naturaleza, encaminado a facilitar el regreso de los espíritus procedentes de la época de la Gran Raza.
Y mientras tanto, la Gran Raza misma, bordeando los límites de la omnisciencia, se dedicaba a intercambiar sus espíritus con los moradores de otros planetas, y a explorar sus pasados y sus futuros. Asimismo, trataba de remontarse, cara al pasado, hasta el origen de aquel orbe negro, perdido en el espacio y el tiempo, de donde procedía su propia herencia intelectual, ya que sus espíritus eran más viejos que sus estructuras orgánicas.
Los habitantes de un orbe agonizante e incalculablemente antiguo, conocedores de los últimos secretos, habían buscado en el porvenir un mundo, unas especies nuevas capaces de garantizarles larga vida. Una vez determinada la raza del futuro que reunía las condiciones más idóneas para albergarlos, sus espíritus emigraron a ella en masa.

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