Robin Hood (Anónimo) Libros Clásicos

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y descansaré en Sherwood. Os advierto que hay una vajilla de oro muy valiosa entre los objetos
de la carreta.
Robin llegó a la ciudad y pronto consiguió vender todo, ya que tanto la mercancía como los
precios resultaron muy atractivos para las gentes. Sólo se reservó la vajilla de oro porque le
rondaba una idea en la cabeza.
El interés de los objetos ofrecidos por el mercader llegó a oídos del corregidor Robert de
Reinault, quien lo llamó a su palacio. Eso era, precisamente, lo que Robin tenía previsto.
Cuando el mercader traspasó las puertas de la mansión del corregidor ya nada quedaba de su
mercancía, salvo la valiosa vajilla. Así se lo comunicó al señor, a quien por respeto al cargo que
ostentaba se la ofreció como regalo.
Robert de Reinault, con ojos codiciosos, aceptó el obsequio e invitó al generoso mercader a
cenar en su palacio aquella noche.
Hugo de Reinault, huésped de su hermano por aquellos días, también estaría presente en el
banquete.
Robin obtuvo interesante información, que era lo que pretendía, en el palacio de Robert de
Reinault. Supo que el precio por su captura o muerte era ya elevadísimo. Supo también que se
preparaba una incursión a Sherwood, dirigida por Guy de Gisbome.
Tras la cena y el insistente agradecimiento, el humilde mercader se despidió de los hermanos
Reinault y abandonó la ciudad. Por la mañana, los sirvientes del corregidor encontraron un
pergamino con el siguiente mensaje:

"Robin Hood da sus más sinceras gracias al corregidor
y a su ilustre hermano.
Y queda a la espera de poderles corresponder de la
misma forma en el bosque de Sherwood!"

La cólera de los hermanos Reinault fue mayúscula. Los dos juraron odio eterno a Robin Hood y
no descansar hasta verle muerto.
Robin llegó a Sherwood muy satisfecho por haber quedado al corriente de lo que se tramaba
contra ellos y, así, tener tiempo para prepararse.
El pobre alfarero había muerto. Había dejado el nombre y la dirección de su hija, a la que poco

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