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BENEDICTO.-Así marchase mi caballo con la rapidez de vuestra lengua y
mantuviese tan bien el aliento. Pero seguid vuestro camino, en nombre de Dios; he terminado.
BEATRIZ.-Siempre acabáis con un par de coces. Os conozco de antiguo. DON PEDRO.-He aquí el resumen de todo, Leonato: signior Claudio y vos, signior Benedicto, mi querido amigo Leonato nos invita a todos. Le he comunicado que nos quedaremos aquí un mes cuando menos y él desea cordialmente que algún acontecimiento prolongue nuestra estancia. Me atrevo a afirmar que no es hipócrita, sino que lo desea de corazón.
LEONATO.-Si lo jurarais, señor, no juraríais en falso. (A DON JUAN.) Permitidme que os dé la bienvenida, señor. Habiéndoos reconciliado con el príncipe vuestro hermano, os debo toda clase de atenciones.
DON JUAN.-Os lo agradezco. No soy hombre de muchas palabras, pero os lo agradezco.
LEONATO.-¿Place a vuestra gracia pasar el primero?
DON PEDRO.-Vuestra mano, Leonato; pasaremos a la vez.
Salen todos, menos BENEDICTO y CLAUDIO.
CLAUDIO.-Benedicto, ¿has reparado en la hija del signior Leonato?
BENEDICTO.-No he reparado en ella, pero la he mirado.
CLAUDIO.-¿No es una damita ingenua?
BENEDICTO.-¿Me preguntáis, como hombre honrado, mi parecer franco y sencillo, o queréis que os responda según mi costumbre, como enemigo declarado de su sexo?
CLAUDIO.-No, te ruego que me contestes con juicio sensato. BENEDICTO.-Pues, a fe, se me antoja demasiado bajita para un alto elogio, demasiado morena para un claro elogio y harto diminuta para un elogio grande.
Sólo puedo hacer de ella la siguiente recomendación: que si fuera otra de la que es, sería fea, y que no siendo sino como es, no me gusta.
CLAUDIO.-Piensas que estoy de broma. Te suplico me digas con franqueza lo que te parece.
BENEDICTO.-¿Queréis comprarla, que tomáis tantos informes de ella?
CLAUDIO.-¿Podría el mundo comprar semejante joya?
BENEDICTO.-Ya lo creo, y un estuche para encerrarla. Pero ¿habláis en tono serio, o representáis el burlón Jack, para contarnos que Cupido es un buen cazador de liebres y Vulcano un insigne carpintero? Vamos, ¿en qué clave hay que cantar para ir acorde con la canción?
CLAUDIO.-A mis ojos es la más encantadora dama que vi jamás.
BENEDICTO.-Yo veo todavía sin anteojos, y no advierto semejantes hechizos. He ahí a su prima, que, a no hallarse poseída de la cólera, la superaría en hermosura tanto como el primer día de mayo al último de diciembre.