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quien canta las notas, respetando tiempo, distancia y medida; observando las pausas, una,
dos y la tercera en el pecho; perforándote el botón de la camisa; un duelista, un duelista.
Caballero de óptima escuela, de la causa primera y segunda . . Ah, la fatal «passata» ,
el «punto reverso», el «hai» . !
BENVOLIO
¿El qué?
MERCUCIO
¡Mala peste a estos afectados, a estos relamidos y a su nuevo acento! . . «¡Jesús, qué
buena espada! ¡Qué hombre más apuesto! ¡Qué buena puta!» ¿No es triste, abuelo, tener que
sufrir a estas moscas foráneas, estos novedosos, estos « excusadme» , tan metidos en su
nuevo ropaje que ya no se acuerdan de los viejos hábitos? ¡Ah, su cuerpo, su cuerpo!
Entra ROMEO.
BENVOLIO
Aquí está Romeo, aquí está Romeo.
MERCUCIO
Sin su Romea y como un arenque ahumado. ¡Ah, carne, carne, te has vuelto pescado!
Ahora está para los versos en los que fluía Petrarca. Al lado de su amada, Laura fue una
fregona (y eso que su amado sí sabía celebrarla); Dido, un guiñapo; Cleopatra, una gitana;
Helena y Hero, pencos y pendones; Tisbe, con sus ojos claros, no tenía nada que hacer.
Signor Romeo, bon jour: saludo francés a tu calzón francés. Anoche nos lo diste bien.
ROMEO
Buenos días a los dos. ¿Qué os di yo anoche?
MERCUCIO
El esquinazo. ¿Es que no entiendes?
ROMEO
Perdona, buen Mercucio. Mi asunto era importante, y en un caso así se puede plegar la
cortesía.
MERCUCIO
Eso es como decir que en un caso como el tuyo se deben doblar las corvas.
ROMEO
¿Hacer una reverencia?
MERCUCIO
La has clavado en el blanco.
ROMEO
¡Qué exposición tan cortés!
MERCUCIO
Es que soy el culmen.
ROMEO
¿De la cortesía?
MERCUCIO
Exacto.
ROMEO
No, eres el colmo, y sin la cortesía.
MERCUCIO
¡Qué ingenio! Sígueme la broma hasta gastar el zapato, que, cuando suelen gastarse las
suelas, te quedas desolado por el pie.
ROMEO
¡Ah, broma descalza, que ya no con-suela!
MERCUCIO
Sepáranos, Benvolio: me flaquea el sentido.