Don Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes Saavedra) Libros Clásicos

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los acompañaban. En llegándose a juntar, se saludaron cortésmente, y,
preguntándose los unos a los otros dónde iban, supieron que todos se
encaminaban al lugar del entierro; y así, comenzaron a caminar todos
juntos.
Uno de los de a caballo, hablando con su compañero, le dijo:
-Paréceme, señor Vivaldo, que habemos de dar por bien empleada la tardanza
que hiciéremos en ver este famoso entierro, que no podrá dejar de ser
famoso, según estos pastores nos han contado estrañezas, ansí del muerto
pastor como de la pastora homicida.
-Así me lo parece a mí -respondió Vivaldo-; y no digo yo hacer tardanza de
un día, pero de cuatro la hiciera a trueco de verle.
Preguntóles don Quijote qué era lo que habían oído de Marcela y de
Grisóstomo. El caminante dijo que aquella madrugada habían encontrado con
aquellos pastores, y que, por haberles visto en aquel tan triste traje, les
habían preguntado la ocasión por que iban de aquella manera; que uno dellos
se lo contó, contando la estrañeza y hermosura de una pastora llamada
Marcela, y los amores de muchos que la recuestaban, con la muerte de aquel
Grisóstomo a cuyo entierro iban. Finalmente, él contó todo lo que Pedro a
don Quijote había contado.
Cesó esta plática y comenzóse otra, preguntando el que se llamaba Vivaldo a
don Quijote qué era la ocasión que le movía a andar armado de aquella
manera por tierra tan pacífica. A lo cual respondió don Quijote:
-La profesión de mi ejercicio no consiente ni permite que yo ande de otra
manera. El buen paso, el regalo y el reposo, allá se inventó para los
blandos cortesanos; mas el trabajo, la inquietud y las armas sólo se
inventaron e hicieron para aquellos que el mundo llama caballeros andantes,
de los cuales yo, aunque indigno, soy el menor de todos.
Apenas le oyeron esto, cuando todos le tuvieron por loco; y, por
averiguarlo más y ver qué género de locura era el suyo, le tornó a
preguntar Vivaldo que qué quería decir "caballeros andantes".
-¿No han vuestras mercedes leído -respondió don Quijote- los anales e
historias de Ingalaterra, donde se tratan las famosas fazañas del rey
Arturo, que continuamente en nuestro romance castellano llamamos el rey
Artús, de quien es tradición antigua y común en todo aquel reino de la Gran
Bretaña que este rey no murió, sino que, por arte de encantamento, se
convirtió en cuervo, y que, andando los tiempos, ha de volver a reinar y a
cobrar su reino y cetro; a cuya causa no se probará que desde aquel tiempo
a éste haya ningún inglés muerto cuervo alguno? Pues en tiempo de este buen
rey fue instituida aquella famosa orden de caballería de los caballeros de

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