Don Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes Saavedra) Libros Clásicos

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obra.
-Con todo eso -replicó el caminante-, me queda un escrúpulo, y es que
muchas veces he leído que se traban palabras entre dos andantes caballeros,
y, de una en otra, se les viene a encender la cólera, y a volver los
caballos y tomar una buena pieza del campo, y luego, sin más ni más, a todo
el correr dellos, se vuelven a encontrar; y, en mitad de la corrida, se
encomiendan a sus damas; y lo que suele suceder del encuentro es que el uno
cae por las ancas del caballo, pasado con la lanza del contrario de parte a
parte, y al otro le viene también que, a no tenerse a las crines del suyo,
no pudiera dejar de venir al suelo. Y no sé yo cómo el muerto tuvo lugar
para encomendarse a Dios en el discurso de esta tan acelerada obra. Mejor
fuera que las palabras que en la carrera gastó encomendándose a su dama las
gastara en lo que debía y estaba obligado como cristiano. Cuanto más, que
yo tengo para mí que no todos los caballeros andantes tienen damas a quien
encomendarse, porque no todos son enamorados.
-Eso no puede ser -respondió don Quijote-: digo que no puede ser que haya
caballero andante sin dama, porque tan proprio y tan natural les es a los
tales ser enamorados como al cielo tener estrellas, y a buen seguro que no
se haya visto historia donde se halle caballero andante sin amores; y por
el mesmo caso que estuviese sin ellos, no sería tenido por legítimo
caballero, sino por bastardo, y que entró en la fortaleza de la caballería
dicha, no por la puerta, sino por las bardas, como salteador y ladrón.
-Con todo eso -dijo el caminante-, me parece, si mal no me acuerdo, haber
leído que don Galaor, hermano del valeroso Amadís de Gaula, nunca tuvo dama
señalada a quien pudiese encomendarse; y, con todo esto, no fue tenido en
menos, y fue un muy valiente y famoso caballero.
A lo cual respondió nuestro don Quijote:
-Señor, una golondrina sola no hace verano. Cuanto más, que yo sé que de
secreto estaba ese caballero muy bien enamorado; fuera que, aquello de
querer a todas bien cuantas bien le parecían era condición natural, a quien
no podía ir a la mano. Pero, en resolución, averiguado está muy bien que él
tenía una sola a quien él había hecho señora de su voluntad, a la cual se
encomendaba muy a menudo y muy secretamente, porque se preció de secreto
caballero.
-Luego, si es de esencia que todo caballero andante haya de ser enamorado
-dijo el caminante-, bien se puede creer que vuestra merced lo es, pues es

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