Memorias del subsuelo (Fedor Dostoiewski) Libros Clásicos

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Sin embargo, aquí, ¿qué valor tiene el amor? Te compran enteramente. ¿Y para qué quieren tu amor, si lo obtienen todo de ti sin amor? Es la mayor ofensa que se puede inferir a una joven, reconócelo.
»He oído decir que aquí se os halaga, aprovechándose de vuestra candidez; que se os permite tener amantes. Esto es una farsa, una mentira. Se ríen de vosotras, y vosotras os dejáis engañar. ¿Puede amarre verdaderamente uno de esos amantes? No lo creo. ¿Cómo es posible que te ame sabiendo que te van a llamar de un momento a otro, que tendrás que dejarlo a él por cualquiera? El que consiente estas cosas es un miserable. ¿Qué estimación, por poca cosa que sea, puede tenerte? Se ríe de ti y, encima, te roba. En esto consiste su amor. Y puedes darte por satisfecha si no te vapulea..., cosa que es muy posible que haga. Pregúntale al tuyo (si lo tienes) si quiere casarse contigo. Como respuesta, lanzará una risotada en tus mismas narices, eso si no te escupe a la cara o te da una paliza. Pero ocurre que él no vale ni dos ochavos. ¿Y para qué (piensa en ello) has enterrado aquí tu existencia? Para que te alimenten y te den café. Pero ¿con qué objeto te alimentan? Una mujer distinta, una joven honrada, ni siquiera probaría esos alimentos, pues comprendería el fin con que se los dan. Tú debes ya a la patrona; le deberás todavía más, y tu deuda seguirá aumentando hasta el fin de tu carrera; hasta que los clientes no quieran ya saber nada de ti. Esto ocurrirá pronto. No confíes en tu juventud. Aquí el tiempo galopa. Cuando ya no sirvas, te echarán a la calle. Y, antes de echarte, te colmarán de reproches e insultos, como si no hubieses entregado a tu ´patrona tu juventud, tu salud e incluso tu alma. Te dirán que eres la ruina de la casa; te hablarán como si hubieses robado, como si hubieses sumido en la miseria a tu patrona. Y no esperes ayuda de nadie. Las demás, tus compañeras, irán también en contra tuya para adular a la patrona, pues aquí todas, todas son esclavas y han perdido hace ya mucho tiempo la conciencia y la compasión. Son cobardes y lanzarán sobre ti los insultos más groseros, más viles y más crueles. Lo dejarás aquí todo sin darte cuenta: la salud, la juventud, tus encantos, tus esperanzas, y a los veintidós años tendrás el aspecto de una mujer de treinta.

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