Misas herejes (Evaristo Carriego) Libros Clásicos

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Es la polifonista del sentimiento; es la de los dolores y los placeres: ¡la que orquesta la risa con el lamento, la que canta aleluyas y misereres!


Ya llegan cansados en rondas hambrientas a husmear buenos trozos entre los residuos: caridad de afables cristianas sirvientas que tienen por ellos cuidados asiduos.
La humildad que baja de sus lagrimales se trueca en desplantes de ladridos fieros: no en vano regresan de sucios portales cumplida su ingrata misión de cerberos.
Espíritus sabios en sus devociones, ladran sus blasfemias como ángeles malos, pero en los oficios de las contriciones los mueve a ser santos la unción de los palos.
Tal vez ellos mismos, en noches aciagas son los milagrosos geniales artistas, de bíblicas lenguas, que curan las llagas de anónimos Cristos sin evangelistas...
En las castas horas de amables ensueños, son, regularmente, como nadie parcos en el decir, pero se tornan risueños cuando beben agua de luna en los charcos.
Gozan la primicia de las confidencias en los soliloquios de los criminales, y, como sus dueños, buscan las pendencias y aman los presidios y los hospitales.

y aman los presidios y los hospitales.
De noche, consuelan la angustia infinita de las incurables que en los conventillos dulcemente lloran a la Margarita que muere en las teclas de los organillos.
Puntuales consignas, jamás olvidadas, son los que despiertan, fielmente severos, a las obreritas, en las madrugadas que anuncian las dianas de los gallineros.
Se entristecen cuando la mujer insulta -...a ese sinvergüenza que aún no ha venido... Y en su compañía descubren la oculta lejana cantina donde está el marido.

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