Misas herejes (Evaristo Carriego) Libros Clásicos

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...¿Que será ese inquieto pavor tumultuario que desde la sombra llega, a la sordina? ¡Como si rezasen lúgubres rosarios, de hostiles rumores se puebla la esquina!
Se van galopando... ¿Porqué habrán huido? ...¡Qué sola ha quedado la calle! ¡Qué hönda la pena del ronco furor del aullido! ¿No sientes, hermano? Se aleja la ronda...




Ritos en la sombra


Los lobos Una noche de invierno, tan cruda que se fue del portal la Miseria, y en sus camas de los hospitales lloraron al hijo las madres enfermas, con el frío del Mal en el alma y el ardor del ajenjo en las venas, tras un hosco silencio de angustias, un pobre borracho cantó en la taberna:
-Compañero: no salgas, presiento algo raro y hostil en la acera. ...La invadieron aullando los lobos... Asómate, hermano ¡La calle está llena!
Son los mismos que espían tu paso en la sombra sin fin de tu senda, los que en sórdidas tropas se anuncian y en horas horribles arañan la puerta...
...-¿Que no entiendes? ¿No tiembla tu prole al salvaje ulular de las bestias?... ¿Nunca vio la Desgracia? Fue siempre
la entraña sin hambre, la entraña repleta? ...Continúan aullando ¿no oíste? Ritornelo feroz que resuena como un lúgubre grito flotando por sobre la cuna que mece la anemia. ¡Y son todos! No falta ninguno;

y la noche no pasa: es eterna.
El Dolor es invierno; te cubre:
No aguardes ni sueñes jamás primaveras.
El Olvido está lejos; no viene
a dejar junto a ti su promesa,
su promesa de muerte ¡la Madre,
a veces tan mala y a veces tan buena!

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