Peter Pan (J.M. Barrie) Libros Clásicos

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La señora Darling pidió consejo al señor Darling, pero éste sonrió sin darle importancia.
-Fíjate en lo que te digo -dijo-, es una tontería que Nana les ha metido en la cabeza; es justo el tipo de cosa que se le ocurriría a un perro. Olvídate de ello y ya verás cómo se pasa.
Pero no se pasaba y no tardó el molesto niño en darle un buen susto a la señora Darling.
Los niños corren las aventuras más raras sin inmutarse. Por ejemplo, puede que se acuerden de comentar, una semana después de que haya ocurrido la cosa, que cuando estuvieron en el bosque se encontraron con su difunto padre y jugaron con él. De esta forma tan despreocupada fue como una mañana Wendy reveló un hecho inquietante. Aparecieron unas cuantas hojas de árbol en el suelo del cuarto de los niños, hojas que ciertamente no habían estado allí cuando los niños se fueron a la cama y la señora Darling se estaba preguntando de dónde habrían salido cuando Wendy dijo con una sonrisa indulgente:
-¡Seguro que ha sido ese Peter otra vez!
-¿Qué quieres decir, Wendy?
-Está muy mal que no barra -dijo Wendy, suspirando. Era una niña muy pulcra.
Explicó con mucha claridad que le parecía que a veces Peter se metía en el cuarto de los niños por la noche y se sentaba a los pies de su cama y tocaba la flauta para ella. Por desgracia nunca se despertaba, así que no sabía cómo lo sabía, simplemente lo sabía.
-Pero qué bobadas dices, preciosa. Nadie puede entrar en la casa sin llamar.
-Creo que entra por la ventana -dijo ella.
-Pero, mi amor, hay tres pisos de altura.

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