Peter Pan (J.M. Barrie) Libros Clásicos

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Luego construiremos la casa a su alrededor.
-Sí -dijo Presuntuoso-, así se construye una casa, ya me acuerdo.
Peter estaba en todo.
-Presuntuoso -ordenó-, trae a un médico.
-Sí -dijo Presuntuoso al momento y desapareció, rascándose la cabeza. Pero sabía que había que obedecer a Peter y regresó al cabo de un rato, con el sombrero de John y expresión solemne.
-Por favor, señor -dijo Peter, acercándose a él-, ¿es usted médico?
La diferencia entre los demás chicos y él en un momento como ése era que ellos sabían que todo era fingido, mientras que para él lo fingido y lo real eran exactamente lo mismo. Esto a veces tenía sus inconvenientes, como cuando tenían que fingir que habían comido.
Si dejaban de fingir él los golpeaba en los nudillos.
-Sí, jovencito -replicó muy apurado Presuntuoso, que tenía los nudillos agrietados.
-Por favor, señor -explicó Peter-, tenemos a una dama muy enferma.
Estaba tumbada a sus pies, pero Presuntuoso tuvo el sentido común de no verla.
-Vaya, vaya, -dijo-, ¿dónde está? -En aquel claro.
-Le pondré una cosa de cristal en la boca -dijo Presuntuoso y fingió hacerlo, mientras Peter aguardaba. Hubo un momento de angustia cuando retiró la cosa de cristal.
-¿Cómo está? -preguntó Peter.
-Vaya, vaya -dijo Presuntuoso-, esto la ha curado.
-Qué alegría -gritó Peter.
-Vendré a verla otra vez por la noche -dijo Presuntuoso-; déle caldo concentrado de carne en una taza con pitorro.
Pero tras haberle devuelto el sombrero a John soltó grandes resoplidos, que era lo que tenía por costumbre al escapar de dificultades.
Entretanto el bosque había estado plagado del ruido de las hachas; casi todo lo necesario para una vivienda acogedora estaba ya a los pies de Wendy.

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