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mismo territorio de Tarapacá.
La momia que existe en mi poder parece haber sido víctima de un
cataclismo volcánico.
Si hubiera dejado de existir de un modo natural, su cadáver hubiera
sido hallado, como todas las momias que se han encontrado con las rodillas
levantadas, [88] hacia la cara, y con las manos dobladas; ésta, como he
dicho, se ha hallado sentada con la cabeza apoyada sobre su mano, y una
particularidad muy notable, con la lengua alargada como la de un hombre
que se ahoga, a quien le falta la respiración.
La misma circunstancia de hallarse sentado en su choza, tan primitiva
en su construcción, comprueba lo repentino, lo violento de su muerte. Una
combinación repentina y violenta de la atmósfera, ha producido, según
creencias de los sabios, la muerte y desaparición de los habitantes y de
los verdes campos de Groenlandia; ¿no podía haber sobrevenido otra
combinación repentina y violenta de la atmósfera, sobre ese territorio de
Tarapacá, que privase de la vida a los seres que habitaban esa parte del
territorio?
¿No han podido las emanaciones volcánicas, expelidas por tan gran
cantidad de picos, en actual y violenta combustión, producir un estado
deletéreo de la atmósfera, y causar la muerte de ese hombre?
¿La misma chuca que cubría su cadáver y modesta morada, no es,
quizás, producción volcánica?
A estas preguntas es difícil dar contestación plenamente
satisfactoria, por carecer casi por completo de datos suficientes; quizás
más tarde se podrá adquirir mayores y más fehacientes pruebas.
Muy larga ha sido mi correspondencia sobre la momia hallada en las