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como los perros hacen en verano,
con el hocico, con el pie, mordidos
de pulgas o de moscas o de tábanos. 51
Y después de mirar el rostro a algunos,
a los que el fuego doloroso azota,
a nadie conocí; pero me acuerdo 54
que en el cuello tenía una bolsa
con un cierto color y ciertos signos,
que parecían complacer su vista. 57
Y como yo anduviéralos mirando,
algo azulado vi en una amarilla,
que de un león tenía cara y porte. 60
Luego, siguiendo de mi vista el curso,
otra advertí como la roja sangre,
y una oca blanca más que la manteca. 63
Y uno que de una cerda azul preñada 64
señalado tenía el blanco saco,
dijo: «¿Qué andas haciendo en esta fosa? 66
Vete de aquí; y puesto que estás vivo,
sabe que mi vecino Vitaliano 68
aquí se sentará a mi lado izquierdo; 69
de Padua soy entre estos florentinos:
y las orejas me atruenan sin tasa
gritando: "¡Venga el noble caballero 72
que llenará la bolsa con tres chivos!"»
Aquí torció la boca y se sacaba
la lengua, como el buey que el belfo lame. 75
Y yo, temiendo importunar tardando
a quien de no tardar me había advertido,
atrás dejé las almas lastimadas. 78
A mi guía encontré, que ya subido
sobre la grupa de la fiera estaba,
y me dijo: «Sé fuerte y arrojado. 81
Ahora bajamos por tal escalera:
sube delante, quiero estar en medio,
porque su cola no vaya a dañarte.» 84
Como está aquel que tiene los temblores
de la cuartana, con las uñas pálidas,
y tiembla entero viendo ya el relente, 87
me puse yo escuchando sus palabras;
pero me avergoncé con su advertencia,
que ante el buen amo el siervo se hace fuerte. 90
Encima me senté de la espaldaza:
quise decir, mas la voz no me vino
como creí: «No dejes de abrazarme