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ni eternamente creo que se muevan. 96
Una es la falsa que acusó a José;
otro el falso Sinón, griego de Troya: 98
por una fiebre aguda tanto hieden.» 99
Y uno de aquéllos, lleno de fastidio
tal vez de ser nombrados con desprecio,
le dio en la dura panza con el puño. 102
Ésta sonó cual si fuese un tambor;
y maese Adamo le pegó en la cara
con su brazo que no era menos duro, 105
diciéndole: «Aunque no pueda moverme,
porque pesados son mis miembros, suelto
para tal menester tengo mi brazo.» 108
Y aquél le respondió: « Al encaminarte
al fuego, tan veloz no lo tuviste:
pero sí, y más, cuando falsificabas.» 111
Y el hidrópico dijo: «Eso es bien cierto;
mas tan veraz testimonio no diste
al requerirte la verdad en Troya.» 114
«Si yo hablé en falso, el cuño falseaste
-dijo Sinón- y aquí estoy por un yerro,
y tú por más que algún otro demonio.» 117
«Acuérdate, perjuro, del caballo
-repuso aquel de la barriga hinchada-;
y que el mundo lo sepa y lo castigue.» 120
«Y te castigue a ti la sed que agrieta
-dijo el griego- la lengua, el agua inmunda
que al vientre le hace valla ante tus ojos.» 123
Y el monedero dilo: «Así se abra
la boca por tu mal, como acostumbra;
que si sed tengo y me hincha el humor, 126
te duele la cabeza y tienes fiebre;
y a lamer el espejo de Narciso, 128
te invitarían muy pocas palabras.» 129
Yo me estaba muy quieto para oírles
cuando el maestro dijo: «¡Vamos, mira!
no comprendo qué te hace tanta gracia.» 132
Al oír que me hablaba con enojo,
hacia él me volví con tal vergüenza,
que todavía gira en mi memoria. 135
Como ocurre a quien sueña su desgracia,
que soñando aún desea que sea un sueño,
tal como es, como si no lo fuese, 138
así yo estaba, sin poder hablar,