Odisea (Homero) Libros Clásicos

Página 42 de 265

»
Y a su vez le dijo Medonte, de pensamientos prudentes:
«Reina, ¡ojalá fuera ésta el mayor mal! Pero los pretendientes meditan otro mucho mayor y más penoso que ojalá no cumpla el Cronida! Desean ardientemente matar a Telémaco con el agudo bronce cuando vuelva a casa, pues partió a la augusta Pilos y a la divina Lacedemonia en busca de noticias dé su padre.»
Así dijo. Flaqueáronle a Penélope las rodillas y el corazón, el estupor le arrebató las palabras por largo tiempo, y los ojos se le llenaron de lágrimas, y la vigorosa voz se le quedó detenida. Más tarde le contestó y dijo:
«¡Heraldo! ¿Por qué se ha marchado mi hijo? No precisaba embarcar en las naves que navegan veloces, que son para los hombres caba llos en la mar y atraviesan la abundante humedad. ¿Acaso lo hizo para que no quede ni siquiera su nombre entre los hombres?» Y le contestó a continuación Medonte, conocedor de pru dencia:
«No sé si lo impulsó algún dios o su propio ánimo a ir a Pilos para indagar acerca del regreso de su padre o del destino con el que se ha enfrentado.»
Cuando hubo hablado así, se fue por el palacio de Odiseo. Envolvió a Penélope una pena mortal y no soportó estar sentada en la silla, de las que había abundancia en la casa, sino que se sentó en el muy trabajado umbral de su aposento, quejándose de manera
lamentable. Y a su alrededor gemían todas las criadas, cuantas habia en el palacio, jóvenes y viejas. Y Penélope les dijo, llorando agudamente:
«Escuchadme, amigas, pues el Olímpico me ha concedido dolores por encima de las que nacieron o se criaron conmigo: perdí primero a un esposo noble de corazón de león y que se distinguía entre los dánaos por excelencias de todas clases, un noble varón cuya vasta gloria se extiende por la Hélade y hasta el centro de Argos.
«Y ahora las tempestades han arrebatado sin gloria del palacio a mi amado hijo. No me enteré cuándo marchó. Desdichadas, tampoco a vosotras se os ocurrió levantarme de la cama, aunque bien sabíais cuándo partió aquél en la cóncava y negra nave; pues si hubiera barruntado que pensaba en este viaje, se habría quedado aquí por más que lo ansiara o me habría tenido que dejar muerta en el palacio.

Página 42 de 265
 

Paginas:
Grupo de Paginas:               

Compartir:



Diccionario: