Cartas desde mi molino (Alfonso Daudet) Libros Clásicos

Página 37 de 111


64

LOS VIEJOS

-¿Una carta, tío Azam?
-Sí, señor... ésta viene de París.
¡Y poco orgulloso estaba el buen tío Azam de
que ésta viniese de París! Yo no. Algo me decía que
aquella parisiense de la calle de Juan Jacobo, al caer
en mi mesa tan de improviso y tan temprano, iba a
hacerme perder toda la mañana. No me equivoqué,
y si no, vedlo:
«Amigo mío: Necesito que me hagas un favor.
Cierra por un día tu molino, y véte a escape a Eyg-
nières. Eygnières es un lugarón a tres o cuatro le-
guas de tu residencia, un paseo, como quien dice. Al
llegar, preguntas por el convento de las huérfanas. A
continuación del convento, la primera casa es una
de un solo piso, que tiene postigos grises y un jardi-

C A R T A S D E M I M O L I N O

65

nillo detrás. Entra sin llamar, la puerta está siempre
abierta, y al entrar grita fuerte: -¡ Buenos días, buena
gente! Soy amigo de Mauricio. -Entonces verás dos
viejecitos, ¡oh! pero viejos, reviejos, archiviejos,
echarte los brazos desde el fondo de sus grandes
sillones, y los abrazas de mi parte, de todo corazón,
como si fuesen cosa tuya. Luego charlaréis, te habla-
rán de mí, nada más que de mí, te contarán mil cho-
checes, que debes escuchar sin reírte. ¿No te reirás,
eh? Son mis abuelos, dos seres para los cuales yo
soy toda su vida, y que no me han visto desde hace
diez años. ¡Mira tú que diez años ya tienen días! Pe-
ro, ¿qué quieres? Me tiene cogido París, y a ellos la
edad avanzada. Son tan viejos, que si viniesen a
verme, se quebraban en el camino. Por fortuna, mi
querido molinero, estás tú por ahí abajo, y al abra-
zarte, los pobres creerán en cierto modo que me
abrazan a mí mismo. ¡Les he hablado tan a menudo
de nosotros y de nuestra buena amistad!
¡Llévese el diablo la buena amistad! Precisa-
mente aquella mañana hacía un tiempo admirable,

Página 37 de 111
 

Paginas:
Grupo de Paginas:         

Compartir:




Diccionario: