Cartas desde mi molino (Alfonso Daudet) Libros Clásicos

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acerca de esto:
-No tengas miedo, Rojillo -me llaman Rojillo a
causa de mi pico y de mis patas, del color de la ser-
ba, -no tengas miedo, Rojillo. Yo te tomaré por mi
cuenta el día de la apertura de la caza, y estoy seguro
de que no te ocurrirá nada malo.
Es un macho viejo muy picarón y vivaracho to-
davía, aun cuando tiene ya señalada la herradura en el
pecho y algunas plumas blancas acá y allá. De joven
recibió en un ala un perdigón de plomo, y como
esto le ha hecho ser un poco pesado, mira dos veces
antes de alzar el vuelo, mide bien el tiempo y sale
del apuro. A menudo me llevaba consigo hasta la
entrada del bosque. Hay allí una rara casita, oculta
entre los castaños, muda como una madriguera va-
cía y siempre cerrada.
-Mira bien esa casita, pequeño-me decía el vie-
jo; -cuando veas salir humo por la techumbre y
abiertas la puerta y las ventanas, mala señal para no-
sotros.
Y yo me fiaba de él, sabiendo de ciencia cierta
que ya estaba él ducho en eso de las aperturas, de la
caza.

C A R T A S D E M I M O L I N O

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En efecto, la otra mañanita, al rayar la aurora, oí
que me llamaban muy quedo dentro del surco...
-Rojillo, Rojillo.
Era mi viejo macho. Tenía un mirar extraordi-
nario.
-Vente a escape-me dijo-y haz lo que yo.
Lo seguí medio dormido, deslizándome por
entre los terrones, sin volar, sin saltar casi, como un
ratón.
Ibamos por el lado del bosque, y al pasar vi que
había humo en la chimenea de la casita, luz en las
ventanas, y delante de la puerta, de par en par, unos
cazadores, unos cazadores equipados del todo y una
trailla de perros que saltaban. Cuando pasábamos,
gritó uno de los cazadores.:
-Registremos el llano esta mañana, y luego des-
pués de almorzar haremos lo mismo en el bosque.
Entonces comprendí por qué ni¡ viejo compa-
ñero nos llevaba cuanto antes a la arboleda.

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