Los miserables (Víctor Hugo) Libros Clásicos

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Cubría de des precio, de aversión y de disgusto a todo el que una vez había pasado el límite legal del mal. Era absoluto, y no admitía excepciones.
Era estoico, austero, soñador, humilde y alta nero como los fanáticos. Toda su vida se compendiaba en estas dos palabras: velar y vigilar. ¡Des graciado del que caía en sus manos! Hubiera sido capaz de prender a su padre al escaparse del presidio y denunciar a su madre por no acatar la ley; y lo hubiera hecho con esa especie de satisfacción interior que da la virtud. Añádase que llevaba una vida de privaciones, de aislamiento, de abnegación, de castidad, sin la más mínima distracción.
Javert era como un ojo siempre fijo sobre el señor Magdalena; ojo lleno de sospechas y conjeturas. El señor Magdalena llegó al fin a advertirlo; pero, a lo que parece, semejante cosa significó muy poco para él. No le hizo ni una pregunta; ni lo buscaba ni le huía, y aparentaba no notar aque lla mirada incómoda y casi pesada.
Por algunas palabras sueltas escapadas a Ja vert, se adivinaba que había buscado secretamente las huellas y antecedentes que Magdalena hubiera podido dejar en otras partes. Parecía saber que había
tomado determinados informes sobre cierta familia que había desaparecido. Una vez dijo hablando consigo mismo: "Creo que lo he cogido". Luego se quedó tres días pensativo sin pronunciar una palabra. Parecía que se había roto el hilo que había creído encontrar.
Javert estaba evidentemente desconcertado por el aspecto natural y la tranquilidad de Magdalena. No obstante, un día su extraño comportamiento pareció hacer impresión en Magdalena.

VI: Fauchelevent
El señor Magdalena, pasaba una mañana por una callejuela no empedrada de M., cuando oyó ruido y viendo un grupo a alguna distancia, se acercó a él. El viejo Fauchelevent acababa de caer debajo de su carro cuyo caballo se había echado.
Fauchelevent era uno de los escasos enemigos que tenía el señor Magdalena en aquella época. Cuando éste llegó al lugar, Fauchelevent tenía un comercio que empezaba a decaer. Vio a aquel simple obrero que se enriquecía, mientras que él, amo, se arruinaba; y de aquí que se llenara de envidia, y que hiciera siempre cuanto estuvo en su mano para perjudicar a Magdalena. Llegó su ruina; no le quedó más que un carro y un caballo, pues no tenía familia; entonces se hizo carretero para poder vivir.

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