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Pájaros, acudid en tropel a sus exequias, acudid en demostración de piedad, golpeando con las alas vuestros pechos, y clavaos en las cabezas las uñas afiladas. En vez de plañideras que retuerzan sus cabellos, arrancaos las hirsutas plumas y que vuestros cantos resuenen substituyendo a la fúnebre trompeta. ¿Por qué, Filomela, pregonas el crimen del tirano de Ismara? Los años han debido poner término a tus lamentos. No llores más que el fin lastimoso de esta rara ave: grande es la causa del dolor de Itis, pero ya muy antigua. Condoleos todos cuantos atravesáis las aéreas regiones, y antes que todos, tú, fiel tortolilla.
Vivió la vida entera con vosotros en armonía, y ni en el postrer instante desmintió su acendrada fidelidad: Lo que fue el joven de Focea para Orestes el de Argos, lo fué para ti la tórtola mientras viviste, ¡oh papagayo! ¿De que te sirvió tanta fidelidad y la hermosura de tu raro plumaje? ¿De qué tu voz ingeniosa que imitaba los sonidos humanos, y por último haber hecho las delicias de mi amada desde el día que entraste en su casa? ¡Infeliz!; tú, la gloria de las aves, ya no existes. Tus plumas podían eclipsar las verdes esmeraldas, y tu pico encarnado competir con el rojo de la escarlata. No hubo en la tierra pájaro que hablase con tanta facilidad repitiendo los sonidos que oyese, y a pesar de tus prendas la envidia te mató. No te lanzabas a sanguinarios combates, eras comunicativo y amante de las dulzuras dé la paz. Vemos a las codornices que viven peleándose con saña, y acaso por esta razón llegan a la vejez. Estabas mantenido con poco, y fuera de la necesidad de hablar, podías pasar largo tiempo sin alimento: la noche te servía de pas-to, la adormidera te incitaba al sueño y unas gotas de agua templaban tu sed. Goza luenga vida el ávido buitre, el milano que describe amplios círculos en el .aire y el grajo que anuncia la proximidad de la lluvia. Prolonga sus días la corneja aborrecida de Minerva, que apenas se prepara a la muerte después de nueve siglos, y ha muerto el pájaro locuaz que tan bien imitaba las voces humanas, el papagayo, presente que nos envían los últimos con fines del orbe.