Reconquistar Plenty (Colin Greenland) Libros Clásicos

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-No, me he equivocado de planeta-replicó.
El hombre del pájaro llegó al descansillo en que estaba el teléfono y se quedó inmóvil detrás de ella, estirando el cuello por encima de su hombro hacia la pantallita para contemplar el sonriente rostro de Carlos. Tabitha aspiró aire por la nariz y captó el olor del pájaro. Sí, olía a loro.
-¿Ese tipo la ha plantado? -preguntó el músico . ¿No ha querido llevarla a su fiesta? Es lo que acaba de decir, ¿verdad? Yo... Bueno, discúlpeme. No es que tenga por costumbre escuchar las conversaciones telefónicas de los demás, entiéndame, pero estaba bajando por la escalera y, claro, yo no pude evitar...
El pájaro estiró el cuello y emitió un trino tan estridente como el de una alarma contra incendios. Tabitha torció el gesto y sacó el conector del teléfono.
-¡Calla, Tal! ¡Tal, calla! ¿Quieres hacer el favor de callarte? ¿Eh, Tal? - gritó el músico golpeando al pájaro con su guante.
El trino se interrumpió tan bruscamente como había empezado.
-Le presento a Tal -dijo el hombre del guante-. Tengo que pedirle disculpas en su nombre. El temperamento artístico, ya sabe... Es muy, muy sensible. ¿Cómo está? Me llamo Marco, Marco Metz. ¿Qué? Exclamó aunque Tabitha no había abierto la boca-. ¿Cómo? Así que ha oído hablar de mí, ¿eh?
-No -dijo Tabitha.
Vistos de cerca sus ojos eran todavía más bonitos de lo que parecían cuando estaba subido al escenario.
-Su número es bastante bueno -añadió.
-Oh, lo es -dijo él-. Soy muy bueno. Mejorando lo presente, claro está... Sí, soy muy, muy bueno. De verdad. Pero usted no tiene por qué saberlo, ¿verdad? Usted es una mujer ocupada, yo soy un hombre ocupado, el sistema es inmenso...
Y mientras soltaba aquel torrente de lugares comunes sus ojos no paraban de recorrer el cuerpo de Tabitha desde la cabeza hasta los pies.
Y Tabitha no tenía tiempo que perder.
Pero aun así...
-¿Tal? -preguntó señalando al loro con una mano.
-Sí, Tal.
-¿Puedo acariciarle?-sugirió
Los hombros de Metz se encogieron en un movimiento casi imperceptible
-Los dedos son suyos, ¿no? -replicó-. No, no, calma sólo bromeaba..

Claro. Así. ¿Ve?
Le cogió la mano con mucha suavidad. Su piel estaba caliente y seca. Llevó los dedos de Tabitha hasta la cabeza del pájaro y los deslizó lentamente

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